Libros viejos

Con la excusa de que todo ya está en internet, los libros olvidados siguen suspirando porque los adopten

Subiendo la escalerilla de madera que lleva al cielo del anaquel de aquella librería puedes estar solo con los libros que ya nadie quiere, ni siquiera los sabios, que ya tienen bastantes libros. Están allí desde tiempos inmemoriales, pasando de los antiguos dueños a los siguientes y a los siguientes de los siguientes sin que nadie libere las estanterías del peso extremo de los viejos tomos de medicina, tecnología y ciencia. Cansados y derrotados de hacer rebajas y ver como nadie sube a ver los libros viejos, los venden a 3 euros independiente del tamaño y lo que valieran antes o lo que pueden valer hasta en el profuso mercado de segunda mano internauta donde alguno es posible que no baje de los 30 euros, la mitad a veces de lo que costaron inicialmente. Y aun así duermen el sueño eterno sin ver manos como el arpa en el ángulo oscuro, nadie quiere subir, yo ya he subido tantas veces, con tanta ansiedad antaño, con tanto deseo, que ahora ya no atrae tanto. No puedo resistirme a llevarme algunos, muy pesados, pesan tanto, pesa tanto el saber que cada vez es más irresistible el evitarlo. Con la excusa de que todo ya está en internet, premisa totalmente falsa, los libros olvidados siguen en el mismo sitio suspirando porque alguien los adopte, pero se han ido yendo las gruesas estanterías de antaño, las que poblaban cada casa, que se fueron con las enciclopedias y los libros sobre conocimientos generales, que se compraban en cada casa. Y solo quedaron los libros infantiles que en el momento en el que los infantes dejen de ser infantes, irán todos a la basura. Estos y todos llevan el mismo camino, solo que mientras resistiendo a saldo, posiblemente algún día bajarán a mostrarse en algún carrito a la entrada, redoblando la oferta y ya se ofrecerán gratis y viendo que así tampoco nadie los quiere, se venderán todos por nada a tiendas de libros de segunda mano que seguramente no querrán la mayor parte y así, por fin, terminarán en la basura, toda la ciencia, todos los conocimientos. Y así haremos con todos los libros, hasta que como en la película (en realidad el libro) alguien venga del pasado y nos halle gruñendo y vistiendo harapos y preguntará por los libros y le mostraremos lo que queda de algunos, algunas hojas que no entendemos para que sirven. Mientras tanto los ilustrados de pocos libros seguirán odiando que alguien quiera mirar otro libro que él no ha dicho.

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