Lucha de contrarios

De la lucha de contrarios políticos no se genera nada nuevo sino tan solo rivalidad y odio entre los contrincantes

En la tradición clásica estas tres palabras suponen un conocimiento muy importante. No por casualidad tiene concordancias con la termodinámica. Heráclito dijo que en toda lucha de contrarios se da una contradicción en el interior, o en la esencia del objeto, que se resuelve con la transformación del objeto en otro nuevo objeto. Hablamos de discordancia y contraste, de una dialéctica donde surge armonía y unidad de las propias cosas. También nos referimos a una expresión muy impactante: fuego eternamente vivo, al referirse a la lucha de contrarios como una actividad permanente. No obstante hay un caso donde este principio no se cumple. Cuando hablamos de política no podemos recurrir a Heráclito ni a la termodinámica. De la lucha de contrarios nunca creamos un nuevo objeto que suponga un estado de equilibrio y unidad en la naturaleza. Más bien es al contrario. Del fuego eternamente vivo de la política solo surge desequilibrio y desunión. Tomo por ejemplo el bipartidismo español, porque este es un país de una larga tradición bipartidista. Ya en el siglo XIX Cánovas y Sagasta nos dejaron pruebas de ello. Por no hablar, tras la transición democrática, de la actual alternancia política PP-PSOE. Podemos decir que este país es bipolar en términos políticos y que la política se ha diseñado como una oposición permanente. Con estos presupuestos es difícil crear una política no bipartidista. Se han dado intentos fallidos tras el 15M que al final han devuelto a la vida al legendario bipartidismo español. Y de este, entendido como lucha de contrarios, no se ha generado nada nuevo, salvo odio y rivalidad. Semejante discordancia solo sirve para crear la profesión del político como agente de odio y no como agente de cambio. Podemos decir entonces que el bipartidismo no genera cambio sino rivalidad, destrucción, división. Por eso Heráclito no nos sirve para analizar el fenómeno político si nos ceñimos a ese axioma. Quizás esto es así porque la política es inexplicable. Parte de una reflexión que luego se mezcla con otros intereses que desconocemos y que no controlamos. Los resultados son extraños, casi diría que parecen artefactos sin garantía que pueden explotar en cualquier momento y destruirnos. Por eso Heráclito no nos vale. Era un hombre honesto. Como yo tenía fe en el ser humano y esperaba lo mejor del mismo.

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