Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Cuidar plantas
Las ramas de olivo se contoneaban lo justo para salirse de la foto. Con esa panorámica el Mediterráneo quedaba encuadrado en una postal. Si la belleza de una mujer se realza con su desnudez, sin alhajas, sin complementos, sin vestido, la de un lugar como ese no necesita absolutamente nada para ser en sí mismo, mágico. Cualquier excusa es buena para volar con mi gente, con mi tribu, con los de siempre. Tan jóvenes y tan viejos seguimos buscando el argumento más nimio para encajar los minutos y poder seguir disfrutando de esa última “que nos vamos”. Micro en mano afinamos las cuerdas de la garganta para creernos por momentos que el Quijote de Julio suena mejor en la voz de Paquito Carrillo o que los Rebujitos han terminado de construir su barquito de vela. La vida me ha dado regalos en forma de amigos, muchos de ellos son los mismos desde hace cuatro décadas. Una verdadera amistad se sustenta en la cultura del vínculo donde se llega a un nivel de intimidad emocional tan grande que sin hablar, se sabe. Se modela un sistema de significados propio de esa proximidad que brinda una complicidad tan profunda que solo nosotros podemos entender qué se necesita y cuándo. No suele ocurrir pero lo estamos consiguiendo: permanecer como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. INEFABLE. Caía el sol y ese niño con palabras de mayor, nos dio un baile que todavía estoy buscándome la cintura. En apenas ciento cuarenta centímetros se encierran los valores más puros y humanos que un ser de su edad puede contener. Capaz de emocionarse recibiendo a Cristo o perder la voz coreando un gol merengue en cualquier partido que se tercie. Es especial. Naciendo en esa cuna no podía ser de otra forma. Si ellos caen, “baja la persiana”, ha dicho siempre mi padre. Gandhi se inspiraría en Paco al decir aquello de “procura ser tan grande que todos quieran alcanzarte y tan humilde que todos quieran estar contigo”. Detrás de esa magnitud, se encuentra ella. En segundo plano, discreta, a caballo entre Madrid y Almería, camina de Albox al Saliente a poner una vela, a rezar bajito, a agradecer en silencio. Devota de la Virgen del Rosario la visita en su templo, ora de rodillas, callada en la penumbra del altar. Juez imparcial, esposa abnegada, madre entregada, abuela orgullosa, hija benefactora, hermana leal, amiga fiel y desprendida. Me quedo contigo, Pilar, con esa mano que me rendías en mi desahucio de vida y que siempre has agarrado firme. Me quedo con tus palabras de consuelo para mi llanto y tu sonrisa cuando nos ves aparecer. Ferviente seguidora de esta humilde columna, vayan para ti unas insignificantes letras nacidas con tinta de la admiración más incondicional.
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