Que me encanta el fútbol es público y notorio, y que soy del Athletic Club desde el día en el que vi a Iríbar en La Condomina señalando, él mismo, un fuera de juego de un jugador del Murcia, en un gol que el árbitro no tardó en anular para que el partido quedase 0-0, os lo cuento ahora para que ya lo sepáis. Por eso, hablar del Real Madrid aquí no es por forofo merengue ni anti-culé: creo que son dos enormes equipos que han de ser apreciados por cualquiera que le guste y sepa del deporte del fútbol. Por eso, el título de la columna de hoy no es otra cosa que atraer a unos y otros para deciros que lo que puede sacar en claro cualquier persona que le gusta el fútbol, a buena distancia de cualquier "forofismo" encendido, ya sea de lejanía o de cercanía, es una lección para la vida.

Cuando ya perdía 2-0, antes de que acabase el primer sexto del partido, seguro que no fueron pocos los aficionados que se dijeron "buenooo, la que nos cae hoy"; porque lo estaban haciendo muy mal. Pero ocurre, como en la vida, que nada es definitivo, salvo la muerte. El refrán "hasta el rabo todo es toro" aún tiene significado en una sociedad a la que cada vez se le reduce el gusto por el toro, tanto en la plaza como en el plato. Pues eso le pasa también al fútbol: se lo van a cargar los mercenarios del capital, metidos a presidentes de clubes, antes de que el personal comprenda que el partido dura hasta que el árbitro pita el final.

El deporte en general es una actividad a la que no debe renunciar ningún ser humano; no hay impedimentos: siempre habrá una disciplina para ti; desde la maratón al ajedrez. Y ver el desarrollo de un partido de cualquier deporte es siempre un disfrute, si ya te gusta y conoces ese deporte. Pero el disfrute es total cuando "tu equipo" o "tu deportista" preferido va por debajo en el marcador… ¡y termina dando la vuelta al marcador! ¿Se puede dejar espacio para creer que estando "derrotado" con dos goles abajo, no sólo no vas a perder, sino que vas a ganar tres goles por encima?

Pues así es la vida: cuando crees que todo va bien, no te confíes y pedalea fuerte, porque seguro que te puede ir mucho mejor. Pero, y del mismo modo, aunque a veces pedalees a tope, la cosa puede ir radicalmente a peor, porque aparece un bache inesperado, y esa misma velocidad te lleva de bruces al suelo. Ya sabes: nunca te des por vencido ni por vencedor, eso sólo lo serás al final.

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