Si estuviéramos en los años 90 y encendiésemos la televisión, veríamos a una Concha Velasco cantar "Mamá quiero ser política", en vez de "artista". Lo digo porque al final la vocación de ser político se ha convertido en una forma de vivir bien y no preocuparse por el vecino.

La última peripecia publicada es que los diputados se subirán el sueldo en 2023 un 3,5 %. Algo, que a quien lo lea o lo reflexione, le parece una locura y más teniendo que ver cómo comunidades de vecinos han decido quitar la calefacción este año porque se ha triplicado la factura. Pueden decirme que es populismo lo que digo, pero lo que viene siendo ético o imagen de un país unido a las buenas y a las malas, queda un poco alejado.

Para colmo, también la Cámara Baja se gastará un millón de euros en renovar terminales móviles. Nos dirán que lo hacen por seguridad, pero ¿es necesario para un diputado un teléfono con un valor medio de 1.200 euros? Igual sí, si hay un buen aprovechamiento laboral, aunque hay alguno que otro, como Alberto Casero (diputado del PP), que no le saca demasiado rendimiento.

Gastos bochornosos que pagamos todos y que vendría bien cambiar en el reajuste fiscal de la señora Montero.

Otra cifra que hemos conocido esta semana son las dietas y viajes de nuestros senadores.

1,5 millones de gasto en viajes durante el primer semestre del año. Un sinfín de discrepancias que hacen que a un ciudadano de a pie que quiera ayudar bajando la temperatura de la calefacción o ir sin corbata, se lo pase por el forro del calzoncillo.

Nos piden que compremos coches eléctricos para cuidar el medio ambiente, pero en las Cortes de Catilla y León ha decido comprar cuatro coches BMW de alta gama para que los procuradores se muevan seguros y cómodos.

Lo importante de todo esto es que con los precios y el frío tendremos que estar metidos en casa con una buena manta, y lo más importante, ver el documental del presidente Pedro Sánchez. Por cierto, también pagado por nuestro bolsillo.