Buen aficionado, fue presidente de la plaza de toros de Almería, durante un ciclo, que ya es historia, página a página. Habla como piensa: de toros y de cualquier tema. Tiene cara de filósofo. Más cerca de Platón, que de Aristóteles. Pero no nos vayamos por las ramas: se trata de toros. O, mejor dicho, de tauromaquia. Y esta, sí, que es una asignatura que don Marco conoce, como Don Quijote a Rocinante. He tenido el gusto de de saludarlo y de hablar con él en varias ocasiones. Me parece una persona afable y buena. Discreta y reservada. Conoce los colores de los pañuelos, mejor que el sastre, el paño, y sabe que sentarse en un palco no es sentarse en una cafetería a tomar un café. Podría escribir un libro, o dos, de lo que ha visto y de lo que ha dejado de ver. De lo que es el mundo del toro, cuando las metáforas se sublevan y la mar está picada. De cuáles son las claves interpretativas de una corrida. Y de cómo hay una corrida (aunque sumadas sean la misma) antes de la merienda y otra, después, sin que ello añada connotación alguna al enunciado.
Ha leído el Quijote, pero también, el Cossío. Y seguirá leyendo, puesto que sabe que la vida es sueño, pero el sueño no es la vida.
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