Ala chita callando, sin dar una voz más alta que otra, con el gesto de la moderación, convertido, no en márquetin, sino en naturalidad, con una política de símbolos, más que de señales, Moreno ha conseguido desterrar la imagen de aquella derecha, fotografiada, de señorito y terrateniente, caballo y cortijo, querida y tablao. Ha hecho igual que Feijoo en Galicia: disputar el partido en el centro y definir la comunicación de Jacokson en función de su autorretrato. Con una escena de tráiler, se desmarcó de VOX, echó las redes en los caladeros de la parte susanista del PSOE y le robó la merienda a Marín, sin dejar de darle las buenas tardes y de hacerle el nudo de la corbata. Sin saber quién fue Antonio Machado y Álvarez, ha conseguido templar las cuerdas de la guitarra y hablar, como si estuviera recitando una soleá. Para, al fin, interpretar las funciones del lenguaje, con el saxo de El invierno en Lisboa. Juanma se ha destapado como un actor de Almodóvar, sin Bardem. Ahora, Moreno dirá que los chistes no eran de Joaquín, ni de Chiquito de la Calzada, sino suyos. Y que, además, su cine favorito es el de Orson Welles. Mientras, Susana Díaz vuelve a mirar a Sánchez, una vez que nos hemos quedado sin saber si la espada de Juan Espadas es un tebeo o un sinónimo de astracán.

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