Me gusta la Navidad. No soy de esas personas a las que estas fechas le entristecen, sino más bien al contrario. Disfruto con la mesa larga de más de 40 personas entre tíos y primos, las cenas de antiguos alumnos, los excesos que se pagan con unos kilos de más y el ambiente callejero de luces de colores y olor a chimeneas encendidas.

Pero quiero que en 2021, o el 22, pueda celebrarlo con todos (absolutamente todos) los mismos familiares y amigos con los que lo hice en 2019. Y para ello, este año nos tocará quedarnos encerrados en casa, charlando por videollamada mientras nos tomamos unas copas juntos, pero en la distancia. Hay que parar los contagios como sea. ¡Hay que vencer al virus!

Si como auguran los pronósticos más optimistas en verano todo esto ha pasado (o al menos ha mejorado lo suficiente como para poder reunirnos), propongo que celebremos la Navidad con 40º de temperatura y en la playa, como en el hemisferio sur. Que llegado el momento celebremos la vida. Pero, eso sí, que estemos todos juntos.

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