Neuras, neuronas y personas

Viendo tanto despilfarro tienta pensar que no sea tanto falta de dinero, como de sentido común

Candente como cursa el debate sobre los delitos sexuales, viene a cuento arriesgar alguna reflexión sobre la polémica ley "Sísi" (LO 10/22) que, aun siendo criticable por otros aspectos como la vidriosa inocencia varonil, ha suscitado cierta histeria colectiva a cuenta solo de la rebaja de condenas. Algo que acaso no merezca, y parte de un propósito desenfocado, frívolamente, por políticas oportunistas y medios alarmistas, que no paran mientes a la hora de magnificar fruslerías. Porque bien mirado, lo grave no es que se rebaje la pena impuesta de 12 a 10 años o se libere a quien ya cumplió 6 de los 8 años sentenciados. Lo tétrico es que se excarcele a un abusador, para que vuelva a campar por las calles, sin estar rehabilitado y con riesgo cierto de reincidir porque en muchos casos (y no pocos dice algún científico) estuvo enfermo cuando delinquió y sigue con la misma patología o peor, tras los X años en prisión. O sea, el dilema no es que el delincuente sexual cumpla dos años arriba o tres abajo, sino que quede libre, tras todos los años que quieran, siendo todavía un peligro para la sociedad. Y en esa dimensión, cobra sentido hablar de las neuronas o del llamado neuroderecho que aboga por dar sentido al apartamiento social, no para garantizar el ansia de venganza, -tan (i)legítimo como humano- y que cumpla varios lustros de cárcel, sino para curar al enfermo, encarcelado, que actuó impulsado por patologías mentales (que, ojo, son mayoría), y se les atienda para reinsertarlo algún día, ya paliado su trastorno. Porque no cabe dejar que las calles se llenen de sujetos peligrosos y menos cuando algunos tienen ya certificado su potencial delictivo, pero la solución tampoco pasa por enviar a cadena perpetua a todo el que abuse de sus fuerzas a causa de sus neuras. No habría cárceles para tanto ciudadano como, un día u otro, se excede en algo. Porque hay excesos que quizá tengan raíz más biológica que voluntarista y la cárcel, con sus gatuperios legendarios parece inadecuada en casos crónicos, aun sin entrar en el tenebroso mundo de sus secuelas psíquicas. Porque nadie olvide que hablamos de personas, con su dignidad por encima de su malsanidad. Y la propuesta de que muchos presos se traten como enfermos mentales, sé que suena a utopía. Pero viendo tanto despilfarro en cultureces y señuelos para captar votos, tienta pensar que no sea tanto falta de dinero, como de sentido común.

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