Agustín Belmonte

Nuevo PGOU

La república de las letras

04 de diciembre 2012 - 01:00

MENOS mal que, al menos en una cosa, el Ayuntamiento rectifica el PGOU: van a renegociar el convenio de Las Adoratrices. Resulta escandaloso que un edificio como ese no esté catalogado como bien de interés histórico. La protesta de mi amigo Antonio Sevillano en este periódico, de los Amigos de la Alcazaba en su página web y de IU en el seno del mismo Ayuntamiento, han impedido su pérdida. Por una vez, la cultura del ladrillo y el pelotazo, de tan dudoso retorno hoy, no se llevará por delante testimonios de nuestra Historia. Ha faltado aquí el apoyo -quizá lo ha habido, aunque con sordina- del PSOE. ¿Acaso no es tema que les interese? Creo que mi amigo Joaquín Jiménez si posee la suficiente sensibilidad histórica como para que este asunto no le fuese indiferente.

Mencionar aquí que Mercadona hizo una restauración ejemplar de la antigua Estación de Autobuses diseñada por Langle en los años 50, y que no pocas casas burguesas del centro histórico han sido bien restauradas o reformadas. En cambio nada se sabe aún del destino del edificio de Guillermo Langle en Santos Zárate (antes cuartel de la Policía Local). Ni tampoco se sabe si habrá rectificación de este PGOU sobre La Molineta, dado el resquemor con que este capítulo ha sido acogido por la plataforma que defiende la creación del Parque Periurbano homónimo. Siempre he afirmado que es legítima la defensa de los intereses de los propietarios de los terrenos o los solares. Pero quienes gobiernan tienen el deber de hacer compatibles estos intereses con la salvaguarda de nuestras referencias históricas y no permitir que edificios singulares como Las Adoratrices, construcciones etnográficas como el Canal de San Indalecio o la Balsa de los Cien Escalones, parajes populares como La Molineta, etc. se vayan perdiendo inexorablemente. Y mantener los recuperados, como la milenaria fuente de Alhadra, cercada ahora por la maleza y las basuras, o el Motor Góngora, en La Molineta, antigua central eléctrica abandonada. En cambio permiten mamarrachos como el edificio de Hacienda en calle Arapiles, que da a Martínez Campos, sobre la antigua Aduana. Ésta tenía, por cierto, una breve espadaña con un escudo nacional cuya corona fue tapada con cemento durante la II República y así se mantuvo durante todo el franquismo. Ahora le han puesto esa corona, con lo que ha perdido el encanto clandestino y rebelde que tuvo en los años aquellos. Ahora falta darle uso a Las Adoratrices. Se podría constituir allí un Instituto de Formación Profesional o una Casa de Oficios, que buena falta hacen en el Quemadero. Los conservadores, por fin, conservan algunas de nuestras referencias históricas. Van aprendiendo, van aprendiendo.

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