Otegi, ¿por qué 'empatizas' ahora?

La conquista de cualquier idea puede merecer la propia vida, pero ninguna idea puede merecer la vida ni el sacrificio ajenos

Me encanta que Otegi, persona que en general no causa empatía, se sienta "empático con el dolor de las víctimas"; un dolor que nunca debería haber tenido lugar, según sus propias palabras. Y me encanta por dos razones. En primer lugar, porque sé que no le es fácil decir eso en el contexto que él se mueve: no puede mostrar el menor asomo de condena explícita, ni de arrepentimiento. Y en segundo lugar porque explicita la mierda de eufemismo con el que se ha acostumbrado mucho posmoderno a usar el verbo encarnarse; es evidente que es difícil "hacerse carne" con las víctimas de ETA y sus familias cada uno de nosotros, que no hemos tenido balas en esos entierros, ¡cuánto más le costará a él que guardaba una distancia prudencial con los hechos! No obstante, y como en política son muchos los sujetos que no dan puntadas sin hilo, bueno será descubrir por dónde se quieren ensartar unos con otros todos los hilos de la madeja para saber qué se teje.

Hace unos días ya condenaron desde las filas de la Izquierda Abertzale el ataque a un militante del PP en Vitoria, y Otegi ratificó su "rechazo y repulsa de tales actos". Y pocos días después anunciaba el apoyo de su grupo a los Presupuestos Generales del Estado, luego no se trata de una estratagema para justificar su postura (una trampa en la que ya han caído toda la colección de líderes que, sabiendo dónde están los debes de los asesinos, -arrepentimiento, pedir perdón, y entregarse todos y cada uno de los asesinos que siguen sueltos por casos sin resolver- jamás se darán por satisfechos con declaración alguna).

Es evidente que a esta vía del independentismo vasco ahora se le escapa el tren de la reivindicación política. Por tanto, ese paso dado por quien nutrió grupos terroristas y su violencia es imprescindible valorarlo. Pero no es valorarlo para estar satisfechos, porque con ETA quien acabó fue el Estado, sino para saber cuánto dolor nos estamos ahorrando desde hace ya diez años.

Pero, lejos de ese consuelo, sólo podemos seguir confiando en que en nuestra sociedad ninguna idea esté por encima de la vida de terceros; lejos ya de la estúpida creencia de que las personas que sirven al Estado a través de sus Fuerzas y Cuerpos de Seguridad eran objetivos a eliminar. La conquista de cualquier idea, hacerla realidad ganando la utopía, puede merecer la propia vida, pero ninguna idea puede merecer la vida ni el sacrificio ajenos.

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