Otro punto de vista

Raúl Montoro Rodríguez

Paradojas paralelas

12 de marzo 2016 - 01:00

SI unimos cualquier idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas, con aquello que por destino creemos que debe ser, resulta que tenemos delante de nosotros un suceso, tan extraño como real, que se ha tenido a bien llamar la paradoja de la predestinación.

Esta entelequia, que parecería propia de una obra de suspense o un tráiler de sucesos paranormales, ha sido objeto de definición, a veces de modo más enrevesado soportándose en lo científico, y otras menos vulgar explicándose con ejemplos de andar por casa. Pero, en resumidas cuentas, esta paradoja viene a decirnos que por mucho que intentásemos cambiar el pasado viajando a través del tiempo, queriendo influir en el mismo para alterar aquél, nunca se podría conseguir, porque solo lograríamos cumplir con la historia que ya se conoce y que resulta inmutable, pese a quien le pese. Pues ese recurso paradójico, tan metafísico en apariencia, resulta muy cotidiano y aplicable a la realidad. A algunos acontecimientos tan recientemente vividos, como las disputas y desavenencias que parecen estar inundando estos días al partido de Pablo Iglesias, o los ceses y dimisiones que vienen teniendo lugar en el mismo, una veces por criterios de dirección y mando, dicen, y otras, como sucede en nuestra provincia, por las dudas surgidas en la gestión del patrimonio ajeno. Dime de qué presumes. Y si no que se lo digan también a los populares de Mariano. Seguimos enfrascados en el perenne proceso de búsqueda de presidente y éstos, mientras intentan permanecer a flote en la investidura, los casos de corrupción -mentideros, o verdades como puños- siguen poniéndolos en el candelero. Bárcenas, cuerpo presente y obrando el milagro bíblico de la multiplicación de los panes y los peces, reaparece contándonos la trinidad de las contabilidades peperas, la declarada y sus gemelas en negro.

Ambos casos, tan dispares a priori, parecerían confluir en una motivación común: se intenta actuar disimuladamente como si no pasase nada, incluso queriendo tapar o disimular el pasado. El problema es que la historia es inmutable, y por mucho que quieran disfrazarse los acontecimientos, viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en la propia, o por más que se desee inmunizar del virus de la corrupción vistiendo de blanco lo que es negro, los hechos son los que son. Es la predestinación de la verdad.

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