Electricista y técnico de la plaza de toros de Almería, durante muchos años. Hasta que llegó la jubilación. Es un excelente aficionado y una gran persona. Taurino, por influencia de su padre, lee la reseña de los veterinarios, como un corrector de estilo, el original de una novela. Siempre pendiente del detalle y de todo lo que sucede en el ruedo, han sido muchos los momentos en los que hemos intercambiado comentarios sobre la corrida. Ningún tercio presentaba prioridad sobre otro. Antes bien, cada uno de ellos era como un libro, con prólogo y epílogo. Conoce la historia del coso de la avenida de Vilches, como si fuera el cronista de la misma. Mima los recuerdos taurinos como un joyero, una joya, como un lexicógrafo, un diccionario, como un librero, una edición prínceps. La hora del sorteo es para él una cita con los prolegómenos, con los preliminares del encierro: página, a página. Defiende, a capa y espada, la bravura y la casta del toro. Y es muy exigente con la presentación. Torista, antes que torerista, no comulga con ruedas de molino. La sinceridad es un tesoro, que custodia y pone a buen recaudo. Tal Covarrubias, a la lengua española, en una obra tan ilustrada, como la suya de 1611.

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