Abierto de Noche
Francisco Sánchez Collantes
Sorolla
Pan. Pin. Pum. Rechifle y expectación, gentío abarrotando el aforo sin límite de la Plaza de las Velas. Grúa camión espectacular temeraria horripilante encima de todo el gentío apretujado observando el evento acudiendo, yo incluido, como llamados por el flautista de Hamelin en persona, absortos obnubilados a ver ese milagro tecnológico llamado encendido de las luces de Navidad, expectantes como los hombres de las cavernas esperando como un congénere hace el fuego. Una bola gigantesca y oscura sujeta temerarios y extraños funambulistas que se apenas se ven ya que las muchas pero diminutas bombillas no ofrecen en conjunto los suficientes lúmenes para ver que quieren representar en esa bola alzada siniestramente por la megagrúa intuyéndose figuras que se despliegan, todas bien sujetadas por rudos y seguros se supone arneses haciendo lo que yo no haría ni por todo el oro del mundo, el circo y los trapecistas sin red pero con todos los medios de seguridad legislativos. No sé si siguen existiendo pero los circos deben ser muy diferentes, trapecistas con arneses anticaidas, payasos con lenguaje inclusivo y no ofensivo, chistes con paridad, tigres domados sin látigos, equilibristas en la cuerda rígida a menos de un metro del suelo. Después de subidas y bajadas escalofriantes con música minimalista de fondo (hubiese sido más efectivo poner música de terror con efectos para que la gente cuando se descuelgue otro actor sin vértigo haga oos y uus). Como no se distinguía bien intuíamos que eran personajes de la fábula de Peter Pan porque lo anunció la radio y la prensa digital (no es prensa ya no es prensa) y porque en un momento expresivo dentro de lo inexpresivo, se repetía como un mantra Peter Pan, Peter Pan, así como treinta veces seguidas o más, con diferentes tonos de voz, siendo este el único y elaborado guion. Intuyo que los niños no se enteraron de nada y los padres entendieron que hay que ir a lo que sea y tratar de ilusionarse aún cuando la ilusión es de lo más ilusoria. Yo en la quincuajésima repetición del mantra Peter Pan fui intentando salir fatigosamente del laberinto de cuerpos sin ver dispositivos de protección civil ni policía local ni avistar la salida tropezando con la gente que quiere moverse en todas direcciones imaginando una estampida imprevisible como noticia telediaria. No elucubres cenicientos acontecimientos, porfa, que es Navidad, o lo será.
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