La manifestación más grande que ha habido en Almería fue la de junio de 1976. El motivo no pudo ser más justificado: la A. D. Almería fue eliminada de la promoción de ascenso a 2ª División, por alineación indebida del portero Hierro, quien había jugado toda la temporada sin que nadie dijera ni pio. El Tarrasa lo denunció después de empatar en su campo, con lo que estaba a punto de perder el ascenso. Almería en pleno se echó a la calle; las empresas les dieron permiso a sus empleados para faltar al trabajo e ir a protestar por tan inconcebible agravio. Aquello sí que era un motivo y no el de la actual bronca de los franceses, que le pegan fuego a París cada fin de semana porque les ponen la jubilación a los 64, en lugar de los 62 que tienen ahora. ¿Qué tendríamos que montar en España que está en los 67 y camino de los 70.

Y es que los franceses tienen una larga tradición de protestas violentas desde la Revolución de 1789, que le costó el cuello a miles de criaturas; empezaron por los nobles y acabaron clareando sus propias filas. Otra bien gorda fue la de mayo del 68, que si bien no utilizaron la guillotina, las fotos y documentales de la época muestran unos violentísimos disturbios con incendios, barricadas, cargas masivas de la policía, manifestantes armados con adoquines y tirachinas con bolas de hierro…Conservamos el Paris-Match de junio del 68. Movidas similares vienen protagonizando los “chalecos amarillos” con diversos motivos: desde el alza del impuesto sobre los combustibles fósiles a la carestía de la vida. En el follaero actual contra el retraso en la edad de jubilación, la cosa estaba tan dura, que Macron ha tenido que aprobar la ley por decreto presidencial. Como pueden ustedes comprender, lo del Almería era mucho más grave y se entiende que el personal se movilizara como no se ha movilizado ni por el tren, ni por el retraso de la A92, ni por el tapiado de los túneles del AVE…No hay más que ver el número de manifestantes en estas “manifas” o en las del día de la Mujer o el 1º de mayo. No sólo el número de manifestantes fue inconmensurable, sino que la indignación se plasmó en carteles y pancartas similares a las que ponen los franceses. Nuestro Macron en aquella ocasión fue el presidente de la Federación, Pablo Porta. La pancarta que portaba la cabeza de la manifestación era elocuente: “Porta a la horca”. Aquí nunca llegamos a usar guillotina.

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