El Principito y la belleza

La idea de que la belleza se encuentra en lo simple y lo cotidiano ha sido una perspectiva recurrente a lo largo de la historia

El Principito”, novela corta de Antoine de Saint-Exupéry, es una monumental obra que, aunque pudiera parecer un cuento de niños, esconde entre sus páginas profundas lecciones sobre el sentido de la vida, la soledad, el amor, la pérdida o la belleza. El Principito trata este último concepto de la forma más genuina y sencilla que puede hacerse. Mientras que muchos grandes filósofos de la historia se han embarcado en imponentes disquisiciones sobre la belleza, Saint-Exupéry la deja en manos de un niño tiñéndola del suave color de la inocencia y la simplicidad. El encuentro con el zorro es un momento particularmente significativo en la historia y cobra especial significado en el desarrollo de la idea de la belleza. Como breve resumen recordaremos que, en este episodio, el zorro le pide al Principito que lo domestique. Durante este proceso se forja un vínculo especial entre ambos. El animal enseña así al niño la importancia de las relaciones personales y como la belleza surge cuando alguien se convierte en un ser único y especial en nuestras vidas. “Uno se convierte en responsable para siempre de aquello que domestica”, sentencia el zorro. Cuando conectamos con otro ser asumimos una responsabilidad afectiva que perdura en el tiempo.

Otro momento clave de la obra es cuando el Principito conoce a la rosa en su asteroide. Al principio la flor se presenta de forma egocéntrica y presuntuosa pero a medida que el niño invierte tiempo y cuidado en ella la rosa se transforma en algo más que una simple planta. Aquí se subraya la idea de que aunque pudiera haber miles de flores aparentemente iguales esa se vuelve única e irremplazable por el mero hecho de la atención y el compromiso que le ha brindado. La belleza surge entonces cuando el protagonista consigue apreciar la singularidad de la flor.

La idea de que la belleza se encuentra en lo simple y lo cotidiano ha sido una perspectiva recurrente a lo largo de la historia pero considero que el aporte de Saint-Exupéry resulta el más motivador para mi. Ver el mundo con los ojos de un niño puede suponer, para algunos, un pequeño esfuerzo. Pero si conseguimos alentar nuestra curiosidad y desenterrar nuestra inocencia volveríamos a disfrutar de esa belleza que aguarda, agazapada, en nuestra cotidianeidad. Así se transforma lo común en extraordinario. La magia está en lo simple, a nuestro alrededor, esperando a ser descubierta.

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