Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Lléname el Quema que los caballos tienen sed

La polémica del llenado del vado del Quema para que los rocieros vivan en la ilusión de una Andalucía húmeda nos deja dos lecciones para la larga sequía que aún queda por delante. La primera, que los alegres voluntaristas, los agradaores y los políticos ansiosos de medallas deberían abstenerse de actuar por su cuenta; la segunda, que nuestros ríos ya están tan exprimidos de embalses y azudes que han dejado de ser cauces naturales para transformase en canales regulados al servicio de las necesidades corporales, agrícolas e industriales. Como cerrar y abrir el grifo.

A diferencia de lo sucedido durante la gran sequía del primer lustro de los años noventa, ahora hay dos administraciones que se encargarán de gestionar la escasez en Andalucía: la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que es estatal y es responsable de casi todo el territorio, y la Junta, cuya competencia es la de las cuencas atlánticas y mediterráneas, mucho menores pero más afectadas por la falta de agua.

Esta división de competencias entre unas administraciones que están gobernadas por dos partidos distintos ya nos advierte del riesgo de que la polarización también intente confundirnos en un asunto que será capital, al menos, hasta 2024. En estas condiciones lo mejor sería constituir una comisión mixta entre la Junta y el Gobierno, para evitar disgustos a todos y ahorrarnos las ocurrencias.

Desde la Delegación de la Junta en Sevilla, dirigida por Ricardo Sánchez, se solicitó llenar el Guadiamar con agua del embalse del Agrio, y el responsable de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Joaquín Páez, lo recogió con interés, con lo que se demuestra que políticos de distinto signo son capaces de convivir lejos de la realidad, distantes de un contexto donde se discute a cara de perro sobre Doñana, sobre sequía y sobre regadíos. Vaya, que si tienen que abrir compuertas para los agricultores, a ver si puede ser para la última semana de mayo que, además, de Rocío, hay elecciones, y así beben los caballos y los bisoños se bautizan. Hasta las hermandades rocieras han tenido más sensatez que los implicados, y han preferido aplicar sordina.

Las ocurrencias no distinguen bandos ni territorios. En Chipiona ya se ha anunciado que no habrá agua en las duchas de playa, como si con eso se fuera ahorrar mucho. Hace unas semanas, en Cataluña se decidió que las restricciones no afectarían a las piscinas públicas y comunitarias, porque actúan como refugios climáticos. Dejen que la gente se refresque en las playas antes de regresar al horno con el salitre encima. Como diría Jesús Aguirre: señores, un poquito de por favó.

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