La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
El jueves 10 se conmemoró el 87º aniversario del fusilamiento de Blas Infante. Como viene ocurriendo desde hace años –y después de las últimas elecciones, más- las derechas aprovechan cualquier ocasión para tergiversar la historia, mayormente para blanquear el golpe de estado de Franco. La penúltima ha sido con motivo del citado aniversario. El portavoz parlamentario del PP Pablo Venzal hizo un discurso ambiguo, arrimando el ascua a su sardina, aunque sin llegar a la barbaridad que publicó en un tuit el Centro de Estudios Andaluces (CENTRA) donde se atribuye la responsabilidad del asesinato al “quebranto de la convivencia en Andalucía”. No se puede tener más cinismo. No fueron los jornaleros anarquistas ni los rojos de UGT quienes lo fusilaron, sino los golpistas que se habían levantado tres semanas antes, y que estaban bajo el mando de Queipo de Llano.
Esta forma de blanquear, disimular, tergiversar no es novedosa. Se ha empleado siempre por parte de las dictaduras: Goebbels, Stalin, Castro…y Franco. Por ejemplo, en la primera edición que se publicó en España de las obras completas de Federico García Lorca (Aguilar, 1966) dice al final de la Cronología: “16 de julio.- Sale de Madrid para Granada. 19 de agosto.- Muere.” ¿De una pulmonía por el cambio de aires? ¿De un tabardillo por tomar el sol en Plaza Nueva? Hoy todos sabemos que fue fusilado, pero sigue sin saberse donde está enterrado, igual que ocurre con los miles de fusilados en la posguerra; en la guerra eso es habitual, pero no en las décadas siguientes como ocurre aquí. ¿Por qué les molesta tanto a nuestras derechas que se busquen sus restos? Feijóo dice que prefiere hablar de los vivos y dejar a los muertos en paz. ¿Y los vivos que todavía tienen muertos sin saber donde están? Porque los muertos del otro bando sí que han sido honrados y homenajeados, y muchos de sus descendientes compensados con prebendas, estancos, administraciones de loterías… y a los más distinguidos, hasta playas privadas como a Solís o Girón. La ventaja que tenemos los abuelillos es que nos acordamos de todo eso, porque lo hemos vivido, y hemos soportado la dictadura casi treinta años. Que no nos vengan estos “historiadores” a contarnos nuestra propia vida. Lo malo es que a muchos de los que no lo vivieron les venden con cierto éxito el mogollón de mentiras.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Teoría del regalo
Monticello
Víctor J. Vázquez
Política de la autoparodia
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Mi hermoso botín
Lo último