Saber vivir

Hay que asumir la reflexión sobre qué es "saber vivir" en algún momento de nuestras vidas porque eso marcará nuestra felicidad

Cuando leemos estas palabras solemos acordarnos automáticamente de algún mensaje publicitario o, si cabe, de algún manual de autoayuda. No obstante la reflexión sobre el "saber vivir" o sobre el buen vivir" es algo originario de la filosofía clásica griega y de otras culturas pretéritas. En los Diálogos de Platón, se pone en boca de Sócrates que "el buen vivir" es la combinación entre la sabiduría y los placeres. En la Ética Nicomáqueda de Aristóteles, está considerado como el manual por excelencia de la eudaimonia o "el arte del saber vivir". Ahí se proponen una serie de reglas para obtener una vida virtuosa donde la virtud era el origen de la felicidad. La formula estrella era la idea del equilibrio, no hacer nada por exceso ni por defecto. Tras él surgió en Epicuro la idea de la "ataraxia" un estado de imperturbabilidad de las emociones para preservar la afección a lo externo. Para Tao el "buen vivir" era otra cosa: un viaje interior donde era tan importante vivir como dejar vivir, para así reducirse a sí mismo. Mucho después para Schopenhauer el Arte del "buen vivir" es esencialmente el arte de sobrevivir a este mundo hostil. Hay un dolor por la imposibilidad de la felicidad y para sobrevivir a eso hay que aniquilar la voluntad para salir ileso, eso es aprender a vivir solos sin necesidades sociales dependientes. Dicho todo eso, y haciendo el factor común, se repiten dos ideas: la primera es la idea de la no afección emocional en la lucha contra la adversidad, la otra es la idea de un equilibrio. Haciendo una traducción a un lenguaje sencillo, podríamos decir que el éxito de un "buen vivir "es la sensatez en lugar de la lujuria; es decir, el tomar decisiones equilibradas y el no deprimirse por la adversidad. Esto no significa que existan recetas. Las ideas provenientes de la época clásica son propuestas. Pero dejan clara una cosa: la reflexión sobre si vivimos bien o mal es muy importante. Los clásicos sabían que nuestro estilo de vida marcaba nuestra felicidad. Por eso en algún momento de nuestra vida tenemos que asumir esa reflexión. Y cuando eso ocurra las mejores fuentes son las clásicas, en lugar de las pseudofilosofías y eslóganes publicitarios. Una reflexión de ese calado requiere una profundidad a las que estos últimos no pueden llegar, sino corremos el riesgo de equivocarnos. A fin de cuentas de lo que se trata es de aprender a vivir.

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