Sobra la abundancia

Nuestros antepasados vivieron en entornos con recursos limitados y eso aún nos condiciona

Estamos acostumbrados a que nuestros dispositivos inteligentes y sus aplicaciones se actualicen cada poco tiempo. Esta elevada frecuencia parece ir en consonancia con el ritmo que imponen los hábitos diarios que hemos hecho nuestros. Todos andamos a tope. Pero la evolución se lo toma con más calma, sus tiempos están sincronizados con el auténtico reloj de la vida. Así, los humanos que deambulamos frenéticos de aquí para allá pertrechados de la ultima tecnología somos exactamente iguales que los de hace, al menos, 100. 000 años. Por eso los niños escogen el dulce frente a lo amargo; los frutos silvestres dulces son comestibles pero los amargos venenosos. También por eso preferimos alimentos de alto contenido calórico y graso. Estos alimentos proporcionaban a nuestros ancestros una fuente concentrada de energía. Y todo ello lo saben las grandes compañías que nos ponen por delante guarrerías que no podemos dejar de comer al tiempo que nos sentimos culpables y prometemos que es la última vez. Pero de esta manipulación hablaremos otro día.

Hoy quiero centrarme en un rasgo ancestral crucial. Está ahí, nos condiciona a diario pero no somos conocedores de ello. Y es que el ser humano está diseñado para manejar la escasez, no la abundancia. Nuestros antepasados vivieron en entornos con recursos limitados. La escasez de alimentos, agua o refugio, entre otros, era común y sólo aquellos que pudieron adaptarse y sobrevivir en estas difíciles condiciones pudieron transmitir sus genes a la generaciones siguientes. Como resultado los humanos desarrollamos adaptaciones biológicas y psicológicas para lidiar a diario con la escasez.

Almacenamos grasa para resistir periodos de hambruna, generamos habilidades para competir contra otros y cazar mejores presas, desarrollamos la cooperación social para enfrentar desafíos comunes. También se definieron las respuestas fisiológicas de lucha o huida que nos ayudan a tomar decisiones rápidas y eficientes para asegurar la supervivencia. Y por supuesto tenemos una inclinación natural a acumular recursos cuando están disponibles.

El mundo actual nos ofrece abundancia de todo: alimentos, agua, refugio, seres queridos que no mueren diezmados por epidemias e incluso relaciones sociales globales. Pero la realidad es que aún no sabemos gestionar esto. Prueba de ello es que nunca valoramos lo que tenemos y siempre anhelamos lo que nos falta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios