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Manuel Pozo Oller

Sosiego espiritual

29 de marzo 2015 - 01:00

ELos Padres del desierto vivían conducidos por este principio de sabiduría: "Fuge, tace, quiesce": "Huye, calla y reposa". Hoy, en medio de la vorágine de la vida moderna, podríamos hacer la traducción de aquel sabio principio del siguiente modo: "Huye de la dispersión, de la superficialidad, serénate, sosiégate, y confía". En verdad, tal y como están las cosas, no es fácil sacar tiempo para uno mismo ni hacer silencio para estar a solas con solo Dios acallando los mil ruidos interiores que nos urgen en una sociedad enloquecida por la prisa. Por otra parte la meditación del pasaje evangélico de la barca que se hunde azotada por el oleaje (Mt 14, 23-34) es una parábola de nuestra situación azarosa. En la actualidad las olas de la vida son múltiples y el desasosiego y la inestabilidad grande. Con frecuencia el agobio nos hace creer que nuestra vida se hunde en el sinsentido y que la humanidad navega a la deriva. No son pocos los que en nuestro ámbito cultural, insertos en una sociedad postmoderna, tienen el alma robada por miles ocupaciones que distraen la existencia y conducen al vacío existencial.

Tomás Moro, en su tratado "El cuidado del alma", nos ofrece una sana medicina para el hombre moderno: "Si en la vida quieres gestionar bien el tiempo, quizás lo único que necesitas es algo tan sencillo como hacer una pausa". El ser humano necesita de la pausa para respirar y poner en orden el motor de su vida. No es buena la prisa ni la dispersiónm. De igual modo reflexiona Ferry Hershey, autor del ensayo "El poder de la pausa. Cómo ser más haciendo menos", e invita a sus lectores a centrarse en las cosas pequeñas, que son, dice, en realidad, las grandes cosas. Recuerdo que en mi época de párroco en la ciudad de Vera en los años ochenta puse en marcha un programa de radio con este título de cabecera: "Pequeñas grandes cosas". Intentábamos ayudar a los oyentes a vivir la cotidianidad e intentábamos trasmitir con Joan Manuel Serrat la sabia expresión de que "hoy puede ser un gran día", es decir, cada día es una oportunidad para ser feliz.

Dos son a mi juicio los caminos para encontrar la serenidad y el sosiego. En primer lugar, cuidar la salud física para lo que hemos de dedicar tiempo para alimentarnos convenientemente, dormir suficientemente, estar físicamente en forma, acudir al médico cuando se detecte alguna anomalía, tomar unas merecidas vacaciones, y moderar la ingesta de comida, alcohol y medicamentos. El bienestar físico es medicina que evita caer en las plagas modernas del hartazgo, el stress y de esa sensación tan de nuestros días de "estar quemado". En segundo lugar, para alcanzar el equilibrio interior hay que cuidar el espíritu. Una persona que ora con frecuencia, que saca unos minutos al día para leer con gusto la palabra de Dios, que dedica un tiempo a la semana para el encuentro con el Señor y para atender las necesidades de los demás, está en camino para encontrar la armonía y el sosiego espiritual.

Manuel Pozo Oller,

Vicario Episcopal

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