Por montera
Mariló Montero
Vox y Quasimodo
En el año 1945 el filósofo austríaco Karl Popper publicó la llamada paradoja de la tolerancia. Esta reflexión, en síntesis, ponía de manifiesto la necesidad de poner límite a esta conducta humana y social. Planteaba la posibilidad de que una tolerancia extrema haría que los intolerantes tuvieran todas las facilidades para imponer su criterio, destruyendo de este modo la convivencia pacífica entre los grupos con distinto pensamiento y opinión.+ Igual esta semana me pilla un poco catastrofista pero considero cada vez más probable que pronto lleguemos a una situación así. Creo que no soy el único que piensa que en la calle, en la sociedad que construimos, el disparate esta servido constantemente. Cuando parece que no podemos inventar una tontería más gorda alguien se saca de la chistera una broma nueva. Y tendría gracia si fuera chiste pero no, es real y nos la meten con calzador.
Hay tanta tolerancia que hemos llegado a un punto en que todo vale y es factible. Hubo una época en que las cosas eran blancas o negras, había límites y sabías distinguir entre dogmas, ideología, y chorradas. Yo ya he perdido esa capacidad. Igual antes era todo demasiado simplón pero me temo que ahora se ha complicado demasiado. Todo son grises y en una gama infinita. Y ponernos de acuerdo en que si es marengo o gris oscuro se me antoja imposible. También vivimos una época, hace tiempo, en la que gente deambulaba, por lo general, vestida. Y cuando el emperador iba desnudo podíamos criticarlo e incluso no faltaba el valiente que lo señalaba en voz alta. Hoy nuestros emperadores (y emperatrices) van en pelotas (intelectualmente hablando) pero ya no se les puede señalar porque te acusan de "desnudófobo". Todo esto tiene un precio para nuestra salud mental y todavía más para la de las generaciones venideras. Cada vez cuesta más trabajo enseñar a nuestros hijos a diferenciar entre la vida real, la ideología chusquera y la demagogia barata. A fuerza de inyectarnos, diariamente, tolerancia tóxica en vena vamos a conseguir silenciar a una mayoría confundida. Y así, los gritos de las minorías surrealistas, resonarán con más fuerza.
Concluyo con una sentencia que se atribuyó, parece que indebidamente, a Dostoievski. Sea de quien fuere resulta de una genialidad visionaria: "La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles".
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