Se adelantó el invierno

05 de diciembre 2025 - 03:06

Hace frío. La arrecida y plomiza tramontana disuade a los jienenses de su higiénico paseo vespertino. Un ubicuo y creciente helor undoso se enseñorea de la ciudad de plata, la cual se arrellana como un galgo a los pies del cerro de Santa Catalina. El poeta, arrebujado en el roído gabán heredado del viejo y con la roja serpiente lanar de su bufanda adujada a cuello, contempla ante sí el monumento conmemorativo de las batallas otrora ganadas al moro y al gabacho. La rasca no congela, sin embargo, la imaginación del vate, a la que se le antoja que se les ha puesto el bronce de gallina a todos esos presuntuosos relieves del pedestal y tanto más a la alada estatua de Atenea Niké, la invicta diosa estiradita, quien, encaramada en lo alto de la columna, otea por el rabillo del ojo el parque urbano de la Concordia.

Precisamente hacia allí, hacia esa pequeñita branquia verde de la ciudad, se encaminan, un paso tras otro, los parsimoniosos zapatos acharolados del poeta. Es la hora en la que por jardines, gramados, arboledas, bancos y luminarias principia a sentar sus reales un espeso silencio resacoso de verdor cortado, de luces fragantes, de sucios ladridos, de radiantes chillidos infantiles, de huidizos rumores de ojos y mudos soliloquios estridentes, solo amortiguado por el bramido de los coches que transitan rumbo a ninguna parte.

Hecho un rollo aprisionado entre el brazo y el costado del poeta, el ejemplar de Jaén Hoy rememora calladamente en primera plana la tragedia de las dos jóvenes amigas que eligieron el parque como altar de su sacrificio. El poeta se sienta sobre la gélida superficie de un pretil de piedra a pocos pasos de donde la cinta de balizamiento de la policía acordona el árbol de cuyas ramas sin hojas esas dos infelices colgaron hasta la asfixia la flor de su esperanza. El poeta eleva una plegaria por ellas silabeando sus exóticos y florales nombres. Sabe que el suicidio es el precio sangriento que se paga a la devastadora soledad en que se traduce la vida moderna, la cual se levantó sobre las ruinas y los escombros de las sociedades comunitarias, esto es, sobre las ruinas y los escombros del amor, la solidaridad y la compasión. O la Concordia. El poeta se levanta y antes de irse mira por vez última el escenario del infortunio. Mientras abandona el lugar, acuden a sus labios unos versos preñados de plurales: Las cosas las están mirando y ellas no pueden mirarlas.

stats