El agua reclama lo suyo

15 de octubre 2025 - 03:08

En textos históricos de siglos recientes, por ejemplo en la España de los últimos austrias, se citan numerosos desastres naturales relacionados con el clima. Se describen sequías prolongadas, tornados, inviernos muy gélidos, que arruinaban las cosechas. También desbordamientos de ríos y arroyos, entre los que se relatan similares al reciente desastre valenciano.

La sequía y lluvias torrenciales son una característica propia del paisaje mediterráneo, sucediéndose su presencia de forma periódica, muy frecuente cuando aparece sin daños, y cada cincuenta o cien años cuando su fuerza es desbordante, cuyo furor muestra su efecto destructivo en la naturaleza.

Últimamente hemos entrando en un ciclo climático variable, de periodos estacionales alterados en la continuidad histórica, desde que se empezó a medir en las dos últimas centurias, siendo su presencia casi continua, así al menos nos parece.

Pero esta sensación se ve aún más aumentada, debido al impacto medioambiental de la actividad humana. Incrementada por falta de previsión, desconocimiento, o considerar estos sucesos como pocos probables, así como por la incapacidad para gestionar sus efectos, o previsión afectada por el inmediato beneficio económico.

Si nos fijamos, ciudades y pueblos, asentamientos humanos en general, han crecido de forma desordenada, ocupando lugares antes respetados por los antiguos, no haciendo caso a las historias tradicionales que sobre ellos se contaban. Se solía decir que las aguas tiene su territorio propio, y tarde o temprano lo reclaman.

Se ha edificado cerca de ríos y arroyos, bajo, o sobre límites, de terraplenes de dudosa consistencia, incluso los cultivos han invadido zonas antes transitadas por el curso fluvial. Pero el agua, como dicen los lugareños viejos, siempre toma lo que es suyo.

A esta actividad constructora, no adaptada al entorno geográfico, se añade la falta de infraestructuras básicas que ayuden al desagüe. Si nos fijamos, en muchas calles y urbanizaciones, todas asfaltadas, los alcantarillados son mínimos, incluso con bocas pequeñas, siendo la luz de sus conductos inadecuados al alivio que necesitan, en los casos de lluvias abundantes. Sea por un desconocimiento optimista de los ciclos climáticos, por abaratar costes, o dejadez, esta es la situación.

Si se hubiera actuado con racionalidad constructiva, respecto al entorno, los desastres por riadas serían menores.

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