El alboroque

Mi padre me decía que pensaba que su padre no se iba a morir, aunque finalmente se murió

Efectivamente es algo extraño y surreal elegir el ataúd, féretro o arca, elegir la corona y firmar todos los impresos, buscar el nicho, elegir la hora del entierro, la hora de la misa, concertar dicha hora con el sacerdote, llamar uno a uno a todos los familiares, que todos te llamen y tengas que hablar un rato con cada uno de ellos, pero alguien tiene que hacerlo. Pasas toda la vida pensando que ese día tendrá que llegar algún día aunque nunca piensas que realmente llegará. Mi padre me decía que pensaba que su padre no se iba a morir, aunque finalmente se murió. Yo pensaba que todo el mundo iba a ir de traje, no de negro, pero sí de traje y corbata pero comprobé sin observar ni realizar ningún tipo de crítica que no sólo nadie iba de traje si no que iba exactamente como iría a cualquier otro sitio, con el mismo desaliño, la misma ropa y la misma actitud. Un familiar me dijo que su mujer nos vio a todos pasar de blanco pero no pasamos de blanco, ni de negro, ni siquiera pasamos la calle que dijo. Pusieron varias esquelas detalladamente escritas en varios puntos del pueblo, en la Iglesia, en el Ayuntamiento y en varios bares como sabiendo que todos los vecinos pasarían seguramente por esos sitios. Hay personas en el pueblo que se dedican a mirar cuando hay entierro y velatorio y siempre va a saludar a los familiares, aunque no los conozca de nada. Y cuándo no hay. Debe de haber todos los días. Las oficinas del tanatorio, situadas en otra calle, son amplias y tienen muchos administrativos, contables, recepcionistas, diseñadores y entran más y más a su hora. En el pueblo todo sigue su ritmo normal como si no pasara nada, muchos familiares han venido otra vez porque el entierro es al día siguiente, ya que era sábado y era más fácil que todos los que quisieran pudieran venir. Es un día apacible de abril, con más calor que frío, pero tampoco demasiado calor aunque ya mucha gente va con manga corta. Ha venido bastante gente pero no demasiada y cabemos todos en la pequeña capilla del tanatorio. El sacerdote ofrece el rito habitual explicando todo aquello de que es una parte de la vida y realmente no es la muerte, realmente es la continuación de la vida. Al terminar todo mi prima me dice que si vamos a echar el alboroque y no sé lo que es. En Murcia consiste en ir a comer a la salud del difunto. Vamos a echar el alboroque, y, todo termina, todo sigue. Todo ha pasado.

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