OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
Ana María Matute fue una excelente escritora, pero como persona sobrepasaba cualquier nivel. Precisamente, ayer sábado hubiera cumplido 100 años. El hecho de recordarla es para contar aquella semana que pasamos en el Hotel Playadulce, la misma semana que falleció Camarón, en 1992.
La Universidad Complutense celebraba sus cursos de verano en Aguadulce. Uno de aquellos cursos se dedicó a Carmen de Burgos, Colombine, la gran escritora almeriense, que durante años estuvo olvidada. Aquel curso estuvo dirigido por Ana María Matute y Miguel Naveros, siendo yo el secretario del curso.
Aquella semana de charlas, encuentros, desayunos y comidas sirvieron para conocer a una autora que cautivaba cuando se ponía a hablar, que tenía tantas vivencias que muchos alumnos se quedaban con la boca abierta escuchándola. Era una escritora distinta, una mujer cercana, parecía que era de la familia.
Guardo en mi memoria los desayunos. Mientras todos tomábamos café, zumo, tostadas o algún bizcocho, ella era distinta. Ella para empezar el día se tomaba alguna bebida refrescante a la que añadía unas gotas de whisky o también de ginebra. Me dijo que estaba muy acostumbrada a ello y le servía para activarse para todo el día.
Aquellos desayunos eran interminables, porque se pasaba el tiempo rápido hablando con una mujer que fascinaba desde el primer momento. Ahora que hubiera cumplido cien años la he querido recordar con mucho cariño, con cierta devoción y con el recuerdo de haber estado cerca de una mujer que había vivido hasta ese momento la vida de una manera intensa.
Hay un poeta que lleva una excelente trayectoria de la comarca del Almanzora. Se llama Martín Torregrosa, al cual conocí en mi época de estudiante de Bachillerato en Albox. En aquel tiempo, Torregrosa sorprendió a todos lanzando una revista poética llamada La Almendra de oro, donde publicaron los mejores poetas españoles del momento. Luego tras muchos años de emigrante en Suiza regresó para publicar algunos poemarios más y dar cuenta de lo excelente poeta que siempre ha sido.
Un hombre cercano, sencillo, con sus raíces en el pueblo, que encontró en la poesía un desahogo personal. Tengo grandes recuerdos de Martín, que aunque nos vemos poco, sabemos que estamos siempre ahí.
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