Azaña

28 de julio 2025 - 03:10

Repaso la biografía de Azaña, presidente de la II República Española. Es un libro que me regaló un compañero de trabajo hace más de veinte años, de la desaparecida editora Sarpe, año 1986, escrito por Emiliano Aguado. También habla de él Xabier Costa Clavell en su libro Los últimos días de la República, publicado por Bruguera en 1975. Son muchas las biografías que se han publicado desde entonces. El personaje histórico es peculiar, como lo era la persona. Hombre frío y calculador, que no se andaba con medias tintas y no sabía disimular lo que realmente pensaba, se ganó por ello la animadversión de gran parte de los políticos de su tiempo. Sin embargo, fue el único que supo calibrar con justeza la situación en que quedaba el país tras la sublevación militar encabezada por Mola y luego por Franco: sabía que la guerra estaba perdida desde el principio. Las divisiones, la desorganización, los celos entre políticos, las intenciones aviesas de Rusia, la política del PCE, la de los socialistas… Aquí no funcionó nada. Así no hay quien gane una guerra. Dotado de un pésimo sentido del humor, cáustico y sarcástico, intelectual antes que político, culto como ninguno, escritor dotado de una prosa directa, sin elucubraciones ni ambages, dejó en su Velada en Benicarló sus ideas últimas sobre España, los españoles y la guerra cainita que los destrozaba: “Cuando la antorcha pase…a otras generaciones…que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla…y nos envían el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”. Texto que muestra a un Azaña totalmente distinto del monstruo que en su época y mucho más después, en el franquismo, nos quisieron presentar. Azaña era un patriota, liberal, demócrata y republicano. Tanto, que encarnó en sí a la propia República que él, junto con otros, trajo el 14 de abril de 1931. Como todos los hombres excepcionales que ha tenido este país de sus dolores, Azaña yace enterrado en el extranjero y no hay nadie interesado en repatriar sus restos. Menudo problema tener que rendir honores de jefe de Estado, porque lo fue, a un republicano, en plena monarquía constitucional. De todas formas, opino en esto como con Machado. España los expulsó de sí por sus méritos intelectuales y políticos. ¿Por qué iban a desear el personaje o sus descendientes la repatriación?

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