Medio siglo
Equipo Alfredo
Los tapones de la economía
No debemos de tomarnos a chiste el viejo dicho rufianesco (no tiene nada que ver con el diputado de ERC, Gabriel Rufián) de “la bolsa o la vida”, sin darnos cuenta de que esta frase es la clave que rige en silencio muchas de nuestras cotidianas decisiones.
Ahora, que se están viendo por el extrarradio de la capital muchas obras de nuevos bloques, con precios por las nubes y los alquileres cada vez más caros, lo más parecido a la eternidad que va quedando en este mundo son las hipotecas.
Los hipotecados son los nuevos condenados a galeras, obligados a remar toda la vida para pagar el piso, el coche, etc, siempre remando para que sobre algo de dinero para unos días de hotel en las deseadas vacaciones.
La bolsa o la vida, el dinero o el tiempo. A los parados le sobra tanto tiempo libre, y a los ricos apenas les quedan minutos para gastar dinero y se están acostumbrando hacer las comprar por Internet. Son los nuevos tiempos, aunque en ellos sigan rigiendo viejos conceptos: la bolsa y la vida, o tener un lugar en el que caerse muerto. Tener un lugar en el que caernos muertos parece ser otro de los objetivos de la vida, porque no hay frase más despectiva que se pueda decir de otros que el sugerir que carece de dos metros cuadrados en los que derrumbarse a gusto. Por eso surgen nuevos movimientos como los que propugnan el “salario emocional”, o sea que las empresas se planteen pagar también el tiempo libre y flexibilicen los horarios laborales para que sus empleados, además de trabajo y dinero, puedan tener una vida más allá de los trabajos y pueda existir de una vez por todas la conciliación familiar. No en todas las autonomías existe una regulación de la conciliación personal, familiar y laboral, Pero cualquier trabajador/a tiene derecho a la adaptación de la jornada y a flexibilidad horaria, cambio de turno o teletrabajo sin necesidad de reducir horas ni salario.
Y como nos movemos por absurdos y términos teóricamente caducos y trasnochados, ya veremos qué ocurre cuando los empresarios se conciencien de que sus trabajadores necesitan más tiempo para vivir (para eso está ahí la vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz), y en vez de la paga extra de Navidad les entreguen una “paga emocional”. Será el llanto y crujir de dientes, porque cualquiera le dice su banco que ahora tienes vida y felicidad. ¡¡Ah!!, y que se olvide de los pagos de la hipoteca.
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