La camisetita interior del verano

22 de agosto 2025 - 03:01

Hay prendas con agenda climática, ropas en desuso con permiso de los negacionistas de lo evidente. Los guantes de lana quedaron arrumbados al fondo de un cajón por si viajamos a Grazalema en Navidad, de aquel terrible verdugo o pasamontañas que nuestras madres se empeñaban en encasquetarnos en las cabecitas sólo queda un recuerdo en las fotografías en blanco y negro, como el de aquellas camisetas de interior que nuestros abuelos se colocaban por debajo de la guayabera o de la sahariana para evitar el sudor veraniego. Esas de tirantes que vendían en Peñaflor, en Merchán o, en mi caso, en Tejidos Perales, y que formaba parte de la indumentaria oficial de los albañiles en julio y agosto.

Que siempre hizo mucho calor en Andalucía es tan cierto como que las olas de altas temperaturas son más frecuentes desde principios de este siglo, tan evidente como que las vendimias se generalizan en España sin esperar a septiembre, tan claro como que en París se desesperan porque les han robado el verano. El Times de Nueva York dedica un reportaje a las “ancestrales” costumbres españolas para sortear el calor, rehabilita la siesta como virtud y elogia el cierre mañanero de las persianas para evitar una luz que ya no es clara, sino tostadora. Sostiene el periódico neoyorquino que es una costumbre árabe, y no, no es moro todo lo que reluce, es la hora sexta de los conventos y abadías.

Las guerras culturales son desternillantes, hay quien ha visto un sesgo supremacista blanco en el anuncio de vaqueros que ha hecho la esplendorosa Sydney Sweeney y quien estaría dispuesto a llevar camisetita interior en verano como reivindicación del macho ibérico que está en peligro de extinción, como el urogallo, por culpa del adoctrinamiento sexual.

En Francia se ha abierto un debate muy agrio por el uso del aire acondicionado, lo que también indica que España no es única en las polarizaciones políticas, eso también forma parte del imaginario reaccionario que siempre ha visto el solar patrio como una excepción.

Tanto la derecha de Marine Le Pen como los verdes de Marine Tondelier admiten que, en efecto, los veranos ya son tórridos en buena parte de su país, pero se dividen en cuanto al uso del aire acondicionado. Le Figaro escribe a favor, Liberation en contra. La izquierda prefiere recurrir a los toldos y a los jardines, mientras que la derecha argumenta que el frío eléctrico mejorará la productividad. Pues eso: que la estupidez humana no entiende de compatibilidades, necesitarán la máquina y la persiana.

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