La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
En los relatos evangélicos del juicio y la crucifixión de Jesús de Nazaret, personaje histórico fehaciente y entidad divina para las confesiones religiosas cristianas, tienen asimismo protagonismo notables personajes secundarios. Es el caso de María Magdalena, natural de Magdala, cerca de Cafarnaúm, y discípula muy cercana al Nazareno. O de Nicodemo, destacado maestro judío, miembro del Sanedrín y confiado interlocutor de Jesucristo. O de José de Arimatea, potentado hombre bueno y también del Sanedrín, que intervino en el entierro del Nazareno. O del centurión romano, acaso Longinos, que reaccionó ante la muerte de este. O de Claudia Prócula, según la tradición esposa de Poncio Pilato, al que advierte ante su resolución. O del Cirineo, Simón de Cirene, que ayudó cargar con el madero de la cruz a Jesús, hasta el Gólgota,
Si se piensa en el Cirineo, su asistencia no fue voluntaria, sino obligada, acaso porque su fuerte complexión hizo ver a los soldados romanos que contaba con vigor, o quizás porque era un hombre de cultura y distinción, como precisan algunas fuentes, y de ese modo resultaba humillado. Pero no asistía o contemplaba los hechos como tantos otros que, sin entender del todo las razones, daban por merecida la condena, pues de todo tiempo es el olvido de la presunción de inocencia con la aceptación del “algo habrá hecho”. Más bien Simón de Cirene era un transeúnte al que el azar de la coyuntura –de esta manera se evita dar alguna naturaleza al destino- le hizo participar en un singular hecho histórico y convertirse en la razón de una metáfora. Así, el término “cirineo” denota coloquialmente a la persona que ayuda a otra en un trabajo penoso. Y la cruz, tampoco ajena a la metáfora, es peso, carga o trabajo. De manera que valerse de un cirineo o contar con su ayuda, en este caso no obligada por la casualidad de la ocasión, aligera el lastre que los días, otra imprecisa manera de dar con el motivo del infortunio, acaso porque cueste, o desconsuele, constatarlo.
Razones hay, entonces, para ensalzar el casi siempre anónimo, desinteresado y valioso concurso de los cirineos que, sin buscarlos, acompañan en el duro camino de las tribulaciones, pues el Gólgota también se presta a la metáfora y no solo es del destino de una consumación fatídica, sino el desenlace de las grandes y pequeñas historias, sean propias de la trascendencia divina o queden más a la mano de los mundanales, y particulares, relatos del aquí y ahora.
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