Por montera
Mariló Montero
Vox y Quasimodo
MUCHOS proclaman que las tierras tienen dueño. Que el mundo se articula a través de los muros y de los parapetos. Que son las alambradas quienes deciden de donde proviene cada uno de los seres vivos de este planeta. Dicen.Dicen, algunos, que los hombres también tienen derechos sobre los otros hombres. Que tenemos la voluntad de poder ejercer nuestro poder sobre todos aquellos seres humanos que deseamos o que, por el contrario, se dejan someter. Dicen. Pero lo cierto es que no es así. El ser humano, como individuo, no pertenece a nadie. Tiene la capacidad de ser libre. De no depender de nada ni de nadie. La democracia es un sistema que se articula sobre la sociedad para crear una sociedad más justa, más sana, más participativa. Estudian a sus miembros. Analizan su conducta e intentan controlar cada uno de sus movimientos. Eso es irremediable. Aunque creamos que podemos escapar de sus garras. Entendemos el sistema cuando estamos fuera de él. Cuando ya no hay solución de continuidad. Cuando somos pasto de los lobos. Pero aún así, muchos intentan liderar nuestra sociedad. Ya sea a través de la doble moral -muy común y extendida- o directamente mintiendo. Una manera de perder el liderazgo no sólo es cuando se actúa de forma autárquica y temeraria, sino que también se produce cuando se pierde la autoridad sobre los que se legisla o se lidera. Las revueltas o las revoluciones no se materializan de una forma caprichosa o espontánea. Las insubordinaciones se producen cuando se ejerce el liderazgo sin competencia moral o cuando se pierde el control de aquellos a los que se lidera. No todo vale para aferrarse al liderazgo. Es una capacitación que se gana, ya bien sea por afecto, por efecto, por cuestiones de intereses o por méritos. Y una de las cuestiones que más pesan a la hora de valorar el liderazgo de una persona u otra es su competencia y sus capacidades. Cuando estas dos cuestiones están en liza, es muy complicado mantener el control de un grupo. Y se complica el liderazgo aún más, cuando la seguridad o el bienestar del conjunto no está asegurada. El líder o, por lo menos, aquel que se precie tiene que ser capaz de velar por cada uno de aquellos que tiene bajo su responsabilidad. Así, las cuestiones personales o los intereses particulares deben difuminarse por el bien común o el interés general. Dicen.
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