¿Como conduces?

La forma en que conducimos puede ser un reflejo de nuestra personalidad

Corría el año 1902 y por las calles de Nueva York circulaban los primeros ejemplares de vehículos a motor. Una mañana cualquiera, dos conductores, tras una maniobra dudosa en la Quinta Avenida, acabaron enzarzados en una disputa. La discusión fue cobrando intensidad hasta que uno de ellos decidió pasar a mayores. Haciendo uso de una antigua señal, mediante un pañuelo blanco, concluyeron que el mejor modo de resolver el desencuentro era a través de un duelo con espadas.

Improvisando sus armas con lo primero que tuvieron a su alcance desarrollaron su batalla a la par que los transeúntes y otros conductores se detenían para observar la escena. Aquello debió resultar bastante disparatado porque las crónicas cuentan que las carcajadas se oían hasta en Chicago. Al fin la policía interrumpió el esperpento y detuvo a los dos contendientes por alterar el orden público. Y así quedó inaugurada la agresividad al volante como afición.

¿Y cuáles son las razones por las que muchas personas, que en el resto de ámbitos se muestran cívicos y corteses, sufren una transformación en el coche? Pues existen distintos factores que lo explican. El estrés y las prisas cotidianas hacen de la carretera una competición de obstáculos donde todo el mundo llega tarde. El hecho de circular en esa burbuja llamada automóvil hace también que la sensación de provocación se magnifique. Tenemos la impresión de que sólo circulamos nosotros y el resto de personas están en el camino para perjudicarnos. Pero por encima de todo se encuentra la percepción de invulnerabilidad, de aislamiento. Dentro del coche nos sentimos inalcanzables de modo que desplegamos nuestra auténtica personalidad. Damos rienda suelta a la ira y la agresividad en la convicción de que ahí dentro somos intocables. Y así circulamos omnipotentes, castigando e interpelando las acciones de los demás hasta que un día topamos con un trastornado que, rompiendo las reglas del juego, se baja del coche y quiere también rompernos la cara. La forma en que conducimos puede ser un reflejo de nuestra personalidad y actitud. Al ser corteses y considerados en la carretera, estamos reconociendo que cada persona tiene sus propias preocupaciones y estamos dispuestos a compartir el espacio vial de manera armoniosa. La conducción amable es una oportunidad diaria para contribuir al bienestar y la armonía en nuestras vidas y en la sociedad en general.

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