La contraincultura

10 de septiembre 2025 - 03:07

Las manifestaciones de la influencer María Pombo quitándole importancia al beneficio de leer como fuente relevante del desarrollo de la persona (“… no sois mejores porque os guste leer…”) no hay que tomarlas como un menosprecio a los que nos gustan los libros, sino más bien como la constatación de que la renuncia a la lectura, que antes podía considerarse como una opción objetivamente negativa, ahora se nos presenta como una decisión personal como otra cualquiera. “Yo no leo, ¿qué pasa?”, nos viene a decir esta diva de las redes sociales, sólo que con acento del barrio de Salamanca.

Es verdad que eso de que el personal no lee no es tan así. Por el contrario, diríase que la gente, sobre todo la denominada joven (término cada vez más ambiguo, ciertamente) lee cada vez más, lo que ocurre es que lo hace en unos formatos que los que venimos del plan antiguo no acabamos de asimilar. Toda esa gente que vemos en el parque, en el metro, en los bares, enroscados en sus teléfonos móviles durante horas y horas, en realidad no hacen otra cosa que leer. Y leen de todo: mensajes, chistes, recetas, cotilleos, incluso noticias. Al contrario de lo que se dice, no es cierto que el ciudadano que se informa de lo que pasa por lo que lee en el móvil viva en otro mundo, y no se entere de nada. A su manera, recibe diariamente una información que ya quisiéramos los que teníamos su edad hace treinta años, pero el problema está en la dificultad para digerir toda esa catarata de titulares, consignas y soflamas, a menudo sectaria y fragmentada. Ahí es precisamente donde el mayor acervo cultural adquirido, en el que destacan los distintos tipos de lecturas, funciona como el mejor dique para combatir los nuevos paradigmas de un mundo cada vez más complicado.

No se es mejor por leer, desde luego que no, pero sí que se está más preparado para analizar y protegerse de los cambios que vienen. La cultura, a través de las lecturas, nos ilustra y nos divierte, pero sobre sobre todo nos protege ante tanto espabilado que pretende colarnos su mercancía. Sin pretenderlo, la tal Pombo ha abonado un nuevo movimiento que un amigo ha bautizado sagazmente como contraincultura, por el que se puede presumir de guay sin haber leído un libro, o precisamente por ello. Tal y como está el patio, no parece que vayan a faltarle seguidores.

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