OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
El curso de los días afecta tanto a la sucesión de las jornadas -que se reúnen en las semanas, los meses o los años por las convenciones del reparto del tiempo- como a las horas con que transcurre cada día en el más cercano y casi siempre ordinario ejercicio del vivir. Por eso, observar el paso por la calle de cuantos van de una parte a otra confirma el vital discurrir de la vida, aunque no se tenga constancia de los modos y maneras con que se presenta para cada cual, pues la más general condición será la de desconocidos con que podemos cruzarnos por la calle según el azar de las coincidencias o las casualidades. Ha reparado el fotógrafo en este joven, de atuendo deportivo, que lleva en una mochila las provisiones o materiales que necesita para lo que tenga previsto hacer, conduce su bicicleta a pie y mantiene una conversación telefónica. Detalles suficientes para advertir, primero, la inabarcable diversidad del contenido del tiempo, y para imaginar, después, con el juego de las suposiciones, no pocas veces animado por la curiosidad, a qué se dedica. Además, en la concurrencia, más o menos armónica, de tantas maneras de presentarse el particular y personal transcurso de las jornadas está una de las razones que permiten el convivir -esa forma de coexistir con avenencia-, aunque solo se trate de cruzarse -una ligera forma de encontrarse- por la calle.
También te puede interesar
OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Un relato woke de la extrema izquierda
La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
Lo último