La democracia no tiene marcha atrás

18 de noviembre 2023 - 00:00

Se despertó, saliendo de un sopor inexplicable, y observó con asombro lo que le rodeaba, una luz cegadora le hería en la cara y no recordaba cómo había llegado hasta allí. Sus ojos, gastados de mirar el mundo y sus incoherencias, habían perdido su verde esmeralda para adoptar un gris desleído, que recordaba una apacible tarde de otoño. La boca fruncida en función de su estado de ánimo, presentaba un gesto de desaprobación al recordar cómo había ido a parar a ese hospital... Muchas cosas le parecían incomprensibles estos días, todo aquello por lo que había luchado su generación se había cumplido sobradamente, el país había avanzado en derechos y libertades, y había progresado como no lo había hecho antes en toda su historia. Ahora estaba desconcertada, que no entendiera el funcionamiento del robot de cocina lo consideraba normal, pero las reivindicaciones de retroceso que hacían algunos, sobre todo jóvenes que disfrutaban de cuanto ellos pudieron soñar un día, la dejaban perpleja. Se preguntaba qué tipo de personas podían anhelar una sociedad en la que impere la desigualdad, la intolerancia, el retroceso en derechos y libertades, o las ideas nacionalistas obsoletas, y las preguntas sin respuesta bailaban en su mente un vals endiablado. Le dolía mucho el pecho y ahora recordaba lo que había pasado: al salir de su oficina la noche anterior, se encontró con una multitud que corría, lanzando hacia atrás todo tipo de objetos contundentes, uno de ellos la golpeó con tal violencia, que la tiró al suelo perdiendo el conocimiento a causa del impacto. El doctor que la atendió en Urgencias, le dijo que el objeto que le golpeó el pecho debió de ser muy duro, por la lesión que le había causado. Miró a su alrededor y vio varias camas ocupadas por otras personas, algunas de ellas heridas en la misma concentración, sin llegar a entender la violencia dialéctica y la agresividad desplegada en esos actos. Ella siempre fue una firme defensora de la libertad de expresión y los valores democráticos, de la participación ciudadana, de los derechos individuales, y tenía el convencimiento de que este era un logro irreversible, a pesar de la intolerancia de algunos la democracia era un vehículo sin marcha atrás. Viendo determinados comportamientos, le surgió una duda: recordó con aprensión el paso desacompasado y las caras de pocos amigos que llevaba la turba, profiriendo todo tipo de amenazas e insultos, y pensó que si la democracia no tenía marcha atrás, esos personajes sí la tenían, la paradoja es que iban derechos al desfiladero y nadie se lo había dicho, tranquilizada, volvió a dormirse.

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