Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Lágrimas
Doce años se han cumplido desde que una riada, de triste recuerdo, anegó las obras de la desaladora que el Gobierno del entonces presidente José Luis Rodríguz Zapatero había proyectado en Villaricos. Una aspiración ambiciosa, llamada a cerrar las heridas abiertas de la derogación del trasvase del Ebro. Con sus tiras y aflojas, críticas y apoyos, la apuesta gubernamental dejaba a la provincia en materia hídrica en una posición envidiable. Los ecos de los trasvases se apagaban en la misma medida que Carboneras ya daba agua a un precio razonable para el abastecimiento humano y para los agricultores y Balanegra empezaba a paliar las necesidades crecientes del Poniente, en la misma medida que los acuíferos iban diciendo basta a una sobreexplotación salvaje y creciente, mayor siempre que los aportes que pudieran recibir de la Sierra de Gádor.
Eran tiempos de sequía. Tiempos que, como ahora, las necesidades eran acuciantes y las aportaciones de la naturaleza en forma de lluvias escasas. Como ocurre en otras tantas ocasiones al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Y cuando más necesidad de agua tenía esta tierra y cuando la administración, por fin, era consciente de las necesidades de la provincia y lo que supone para su agricultura disponer de recursos suficientes sin depender de nadie, las nubes se abrieron en canal como en otras tantas ocasiones en el Almanzora y la riada hizo el resto. Nadie pudo evitar que la apuesta quedara anegada. Un proyecto que se decidió instalar en una zona inundable sin, de forma previa, construir los muros de contención necesarios para evitar lo que ocurrió. No eran los trenes que no cabían por los túneles de Asturias y Cantabria, pero si un enorme error de cálculo de los sesudos proyectitas, posiblemente más interesados en cobrar minutas muy estimables, que en hacer las cosas bien.
Sea como fuere, la obra quedó parada, las instalaciones anegadas de barro y los políticos de entonces y los de ahora, todos cortados por el mismo patrón, comienzan un rosario de declaraciones, cual de ellas más grandilocuente, en un intento permanente de desprestigiar al contrario, pero ninguno buscando una solución real al problema. Solución que debe pasar por limpiar lo inundado, construir los muros de contención necesarios para evitar posibles y futuras avenidas, que llegarán, y disponer de los fondos necesarios para poner en marcha un proyecto importante, necesario y fundamental para el desarrollo agrícola creciente de todo el Levante de Almería y para el abastecimiento de pueblos turísticos de la comarca, que necesitan el agua para consolidar infraestructuras y su futuro económico. Los años, como el Cóndor, pasan. Y yan son doce los que hace que una idea ilusionante, necesaria y fundamental para la provincia pasa de gran proyecto a dolor de cabeza. Un presupuesto tras otro se destinan fondos, pero la realidad es que aún nadie ha sido capaz de limpiar el tarquín acumulado.
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