Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Dentro de los personajes bíblicos, Moisés es el que pasó más tiempo retirado en el desierto. Son ampliamente conocidos los cuarenta años que vivió y oró en el Sinaí hasta que se le reveló la Tierra Prometida a través de la zarza ardiente. También el profeta Elías, después de su victoria sobre los sacerdotes de Baal, tuvo su retiro particular en el desierto en busca de iluminación. Y no podemos olvidar al propio Jesús, quien antes de iniciar su ministerio pasó cuarenta días en el desierto de Judea, sometiéndose a una dura prueba de reflexión y tentación a manos del mismo diablo. Estos son solo algunos ejemplos breves. Los desiertos resultan ser, para muchas culturas, el lugar ideal para crecer espiritualmente. Pero ¿qué es lo que hace que estos lugares nos resulten tan atractivos desde un punto de vista simbólico?
Entendemos el desierto como un lugar apartado y a menudo solitario. Al alejarnos de las distracciones y el bullicio de la vida cotidiana, podemos encontrar un espacio de tranquilidad y silencio para reflexionar. La soledad del desierto nos permite explorar nuestra propia identidad y nuestros pensamientos más profundos. En estos lugares, nos enfrentamos a las condiciones básicas y esenciales de la vida; son regiones que nos obligan a enfrentar nuestras necesidades básicas, enseñándonos a valorar lo verdaderamente importante. El desierto también es una región inhóspita y desafiante que constantemente nos enfrenta a dificultades significativas. Esto nos ayuda a desarrollar la fortaleza, la resiliencia y la determinación necesarias para sobrevivir. Por último, la inmensidad y majestuosidad del desierto nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza, lo trascendental y lo sagrado. Estas tierras yermas nos invitan a encontrarnos con nosotros mismos, despojarnos de lo que no necesitamos y enfrentar desafíos que nos llevan a una transformación profunda.
Sin embargo, aunque aquí tengamos secarrales muy cerca, invadir los cerros colindantes de Tabernas para seguir creciendo no es imprescindible ni oportuno en esta época del año. Todos atravesamos nuestro particular desierto de manera solemne, silenciosa y muy adentro. Borges dijo una vez que dentro de cada uno de nosotros existe un desierto y un jardín, y sugirió cultivar el jardín. Me atrevo a complementar al maestro y afinar su sentencia: cultiva tu jardín, pero atraviesa antes tu desierto.
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