Diálogos en la tercera fase

18 de mayo 2025 - 03:14

En política hay escenas que conviene representar con dignidad. Los recientes mensajes publicados entre el presidente del Gobierno y su antiguo ministro de Transportes, cuando era mano derecha y muñidor de la estrategia monclovita, representan algo más que un ajuste de cuentas entre viejos camaradas: son la certificación de una descomposición interna, sorda y ahora inevitablemente ruidosa que erosiona no solo la confianza entre los protagonistas sino también la ya maltrecha credibilidad de las instituciones.

Conviene de entrada aclarar que los calificativos despectivos que han salido a la luz en esos mensajes el apelativo de “pájara” hacia la ministra de Defensa o la calificación de Pablo Iglesias como “maltratador” no solo son inaceptables desde el punto de vista ético y político, sino que vulneran un concepto ético del debate democrático: la crítica puede traspasar los límites de lo cotidiano, pero nunca con menciones vulgares ni machistas. Si algo debemos preservar en el fragor de la discusión es la dignidad del lenguaje.

La ministra de Defensa, Margarita Robles muestra un perfil sinuoso, pero la reducción de su figura a una caricatura muestra el desprecio cultural que aún sobrevive en los pasillos del poder. Calificarla de “pájara” no es solo una falta de respeto personal, sino una manera despectiva y profundamente patriarcal de ningunear a una mujer aun cuando ella misma se aleja del respeto que pudiera acompañar su trayectoria judicial malogrando el simbolismo de aquellas puñetas de fino encaje que lució como alta representación de la Justicia. Como universitaria, Margarita Robles debiera saber que el calificativo de” pájara” es claramente despreciativo según el Diccionario de la Lengua (RAE), “pájara es una persona maliciosa, astuta y con pocos escrúpulos”. Resulta así que España ha confiado la Defensa a una persona sin escrúpulos, según afirma Pedro Sánchez. Resulta patética la imagen de la Ministra aludida dando saltitos y forzando una sonrisa asegurando estúpidamente no sentirse molesta. ¿Qué otro calificativo de mayor calado podría recibir del Jefe para sentirse molesta? ¿Cuánto pesa el plato de lentejas? Cualificados analistas señalan que Robles ya no tiene posible retroceso reescribiendo su biografía en actitud genuflexa al servicio del “Puto Amo”.

En cuanto a Pablo Iglesias señalado en el mensaje como “maltratador”, el término no puede entenderse sino como una gravísima imputación moral. Aunque el uso del insulto grueso es moneda común en el discurso político y él mismo ha cultivado con entusiasmo la retórica incendiaria, una afirmación de esa índole traspasa el límite de lo admisible. El silencio posterior del propio Iglesias ha sido interpretado por algunos como una forma de sumisión vislumbrando un posible beneficio en esta rifa de cargos y prebendas que reparte el “Puto Amo”. Convendría en este caso conocer la opinión del “Puto Amo” en relación a aquella foto de 2019 abrazado al supuesto maltratador como escenificación del mejor gobierno “progresista”;¿era entonces Iglesias un político “progresista” o bien un maltratador?, ¿o tal vez un “progresista” y maltratador en horas libres?

Cuando el Presidente y un ex ministro de su Gobierno y ex secretario de organización del partido acaban lanzándose dardos se confirma que la lealtad en política es un recurso muy escaso .Lo más preocupante de este episodio no son tanto los adjetivos, que lo son, sino lo que revelan: un clima enrarecido de desconfianza, personalismos enfrentados y egos desbordados. La izquierda que tantas veces ha invocado la superioridad moral sobre la derecha en cuanto a principios y formas, muestra aquí sus costuras más miserables mientras se desangra en luchas internas.

El estilo comunicativo del presidente del gobierno se está deslizando hacia una agresividad sin límites en lo personal y en lo político. No ha condenado expresamente los términos empleados, ni ha desmentido su contenido, ni ha defendido a las víctimas de los improperios. Su actitud posterior pesa tanto como los mensajes Aquí no hay inocentes. El ex ministro tras ser apartado del círculo de confianza presidencial parece decidido a incendiar la casa que él mismo ayudó a construir. Y lo hace con el cinismo del que se sabe despreciado y con el peligro de quien se siente apartado cuando atraviesa una etapa preocupante como imputado por supuestos y graves delitos. Si alguien esperaba de su parte una actitud de lealtad incondicional lo que ha recibido es un ajuste de cuentas con aroma a despecho siciliano. ¡Vendetta!

La ciudadanía asiste incrédula a este espectáculo tabernario. Los votantes auto calificados de “progresistas” sienten esa mezcla de decepción y hartazgo que produce ver cómo las esperanzas de transformación social se diluyen en un lodazal de egos, insultos y cinismo. Parece que algunos han olvidado que la política es servicio al interés general y con estos diálogos se trasmite una profunda sensación de rencor, revancha y ajuste de cuentas. Cada vez que un dirigente insulta a otro desde un chat privado lo que se rompe no es solo la relación personal, se erosiona la confianza pública en la política. Y ese daño no lo arregla ni una remodelación de Gobierno ni una carta a la ciudadanía.

Lo que se ha visto en estos mensajes no es la excepción, sino el síntoma. No es solo un episodio vergonzante, sino un reflejo de una forma de entender el poder basada en la fidelidad ciega, el desprecio a la discrepancia y la ausencia de la dignidad que supone un cargo público. La izquierda representada por este caudillo de hojalata se enfrenta a un futuro incierto porque esta etapa oscura pasará, todo pasa en la vida, y tendrá que mirar de frente este espectáculo y decidir si quiere seguir siendo un club de viejos enemigos o una herramienta de cambio real. De lo contrario, no harán falta más mensajes para explicar por qué pierden elecciones, bastará con citar sus propias palabras. Mientras la decepción en la clase política avanza peligrosamente, la corrupción empapa todas las áreas de gobierno, la alta administración, organismos e instituciones con excepciones heroicas y honrosas. En estas fechas que los ciudadanos se enfrentan a un confesionario inquisitivo ante la Agencia Tributaria, se conoce el destino del dinero público repartido en mordidas, festejos, putas y orgías mientras el presidente muestra su sonrisa cuadrangular y amenaza cualquier atisbo de disidencia: Page, Lamban, Susana Díaz, etc.

La degradación de la política anuncia un futuro inquietante. Habría que exigir un elemental decoro en los gestores de la vida pública quienes como representantes de la ciudadanía deben respetarse ellos mismos para que los ciudadanos puedan respetarles a ellos. De no ser así los políticos podrían libremente faltar el respeto a sus representados, aquellos que con su voto le han otorgado su confianza. Cada cual habrá de asumir su propia responsabilidad o no podrá lamentarse de que la Tercera Fase del Sanchismo se haga una descarnada realidad.

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