Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

La diversión de los jóvenes

La próxima vez que te estés divirtiendo, pregúntate si estás usando ese momento como una vía de escape

En esta segunda quincena de agosto se celebran fiestas en diversos lugares de España. En pocos días, se celebrará la Feria de Almería en honor a la Virgen del Mar. Una fiesta muy esperada después de haber estado sin festejos, por motivos de la pandemia, hay muchos deseos de diversión y alegría.

La palabra diversión proviene del latín divertere que significa apartar, alejar. Es decir, que la diversión hace referencia a separarse por instantes de los problemas de la vida cotidiana y es una necesidad natural que proporciona descanso y esparcimiento. Además, gozar de la vida con entusiasmo es una de las grandes fortalezas del ser humano.

Los jóvenes, que son los que más disfrutan de las fiestas, se divierten de muchas maneras. Por ejemplo, una adecuada son los hobbies como la lectura o el deporte. Otras, como ver series, las redes sociales o los videojuegos, les aleja de su realidad sin cultivar ninguna reflexión. Pero vivir siempre dentro del ambiente de diversión, puede indicar una huida de la realidad (del trabajo, los estudios, la familia, etc.). Así se imposibilita el desarrollo personal y profesional, mientras que la diversión como medio de alejamiento propicia un sano crecimiento.

Las diversiones nocturnas son las preferidas por los jóvenes para el descanso y la diversión, constituye un negocio que ofrece múltiples posibilidades -en ocasiones, no exentas de riesgos para la salud- y mueve mucho dinero. Por eso, algunos padres buscan aumentar el control sobre sus hijos; pero no tardan en comprobar que esta no es la solución. Controlar no es educar.

Los hijos, reclaman unas cuotas de libertad que, a veces, no son capaces de manejar con equilibrio. Hay que enseñarles a administrar su libertad responsablemente, que con naturalidad cuenten lo que hacen. Eso, requiere dedicarles tiempo, atención, hablar con ellos con confianza en un diálogo abierto, sincero y afectuoso. Sin confianza, la libertad crece raquítica. En esas conversaciones, se ha de eludir la confrontación y evitar el "sermón" que resulta poco eficaz, e impedir una especie de interrogatorio desagradable.

Ninguna palabra, gesto de cariño o esfuerzo, caerá en saco roto. Se podría decir que la paciencia es un derecho y un deber de cada miembro de la familia: que cada uno quiera a los demás con sus defectos y errores. La diversión debe verse como un suplemento para la felicidad en lugar de un analgésico.

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