NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Hace un tiempo realicé una visita de obra a una vivienda en venta en Málaga, con la peculiaridad de que, tras resolver algunas cuestiones propias de la fase tan avanzada en la que nos encontramos, apareció una pareja con cierto interés en comprar la vivienda. La primera pregunta que escuché pronunciar hacia el promotor, incluso antes de que entraran en la casa, fue si los dormitorios tenían toma de internet por cable. Desde ese momento, la situación despertó mi curiosidad profesional. Siempre es interesante observar las opiniones de alguien totalmente ajeno al proyecto. Me interesaba conocer su punto de vista, sus inquietudes y su parecer acerca de cualquier cuestión de la vivienda. Así que, ni corto ni perezoso, me ofrecí a acompañarles para poder resolver cualquier duda, mientras en realidad, les observaba como un fotógrafo de National Geographic graba a las cebras bebiendo en un riachuelo, esperando a ver si un cocodrilo les ataca. La visita se desarrolló con cierta normalidad: planta por planta, la pareja merodeaba por las estancias cuchicheando entre ellos y sin hacer muchas consideraciones. Eso sí, una vez llegados al dormitorio principal, la chica preguntó por la posibilidad de colocar los enchufes ubicados frente a la cama a una altura superior para poder colgar la televisión en la pared. Cuestión que, sin mucho problema, el promotor aceptó. “No estamos para desaprovechar una venta por un enchufe”, pensaría. El resto de la visita transcurrió sin más demandas, opiniones, ni tan siquiera valoraciones acerca de lo que para mí era lo realmente importante, como la entrada de luz, las vistas o la percepción espacial de las estancias. La única otra cuestión reseñable fue la preocupación por la posibilidad de instalar un WC japonés con chorritos de agua caliente ya que los cuartos de baño no contaban con bidé. Por una parte, me sentí relativamente aliviado al no escuchar ningún comentario negativo del proyecto. Pero, por otro lado, una sensación agridulce recorrió mi cuerpo desde las botas de obra hasta el casco blanco. Resulta curioso cómo, tras meses y meses ingeniando y desarrollando una idea; un par de años dándole forma con cemento, ladrillo y agua… Muchas de las cuestiones que a mi parecer deberían ser determinantes a la hora de elegir el lugar donde pasar tus días, quedan reducidas a la altura del enchufe de la tele. Y nosotros empeñados aún en hablarle luz, proporción y silencio…
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