Epílogo del verano

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Imagen. / Javier Alonso

30 de agosto 2025 - 13:10

Tiene el verano, con carácter general, quietudes y remansos propios del tiempo sereno, algo detenido si se compara su curso -casi todo es relativo- con el más azacaneado discurrir de los días de faena y ocupación. Por eso suelen perturbar los contratiempos y el infortunio sobrevenidos en ese tiempo que, aún con su buscada placidez, no es ajeno a las desgracias. Asociado está el verano a las vacaciones, para quienes puedan disfrutarlas, y de ahí esas agridulces pesadumbres del ánimo cuando hay que hacer las maletas para la vuelta e incluso pasar el ligero duelo del “síndrome posvacacional”. O cuando, por razones inesperadas y casi siempre infaustas, hay que interrumpirlas y tal desenlace se tiene como una alteración mayor. Pero mañana lunes, reanudado el curso de los días sujetos a la casi siempre infravalorada normalidad, esas sensaciones comenzarán a menguar y si acaso el recuerdo mantendrá por algún tiempo los efímeros gozos vacacionales. Razón por la que, como epílogo veraniego, no estaría de más el ejercicio -a salvo de la fugacidad que acaba por afectar a los buenos propósitos- de reservar, entre las rutinas que ordenan o desordenan los días, tiempo u ocasión para la quietud, el sosiego y la calma, de manera que no sean excepcionales, sino casi una benéfica rutina para hacer más dichoso, o menos pesaroso, el ajetreo de los días.

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