La final derrota

Aun deteriorado y roto por el descuido y el abandono, el bote sobre la arena de la playa no impide evocar las singladuras -sin entrar en detalles o figuraciones de con qué propósitos- durante las que habrá cruzado las aguas de un confín a otro de los días. Seguramente, sin que ninguna criatura mítica, o epopeya náutica, o fabulación maravillosa haya animado, o detenido, la faena de remar, pues la menuda embarcación no puededar palos a las velas, ni eslora y manga a la arboladura. Tampoco su casco da para la cubierta y los mamparos, ni es necesaria una tripulación de marineros obedientes a su capitán. Mas, incluso gastada y descompuesta la corta quilla, rotos los pequeños costados, perdidos los tablones del asiento, inservible el bote para flotar sobre las aguas y dejarse llevar por las mareas, su sola presencia cerca del mar mantiene, figuradamente, la expectativa de que pueda rehacerse marinero. O, acaso de forma más propia, anuncie el aciago final de las cosas, el postrer destino de una travesía sin retorno, porque encallados queden los afanes, las aventuras e incluso los desvaríos que iban de un lugar a otro con la mar en calma o ante la amenaza de las tormentas y las fuertes marejadas. Desvencijado el bote y sin la estancia de un dique seco, a modo de camposanto en el consumirse, queda sobre la arena en la final derrota de su navegación.