Un relato woke de la extrema izquierda
El garbeo definitivo
Yyo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando. Como nacer y morir son ya asuntos de estado y nadie alumbra ni la espicha fuera del centro hospitalario, me apagaré y mis ojos me habrá cerrado no un pariente consanguíneo o afín de primer grado, sino un displicente, vil y taciturno funcionario. Ya sí que no me llevarán a casa. En una cámara a pocos grados me habrán vestido y maquillado, pues pareceré un mimo de puro pálido. En la misa de réquiem, a la que asistirán cuatro gatos, declamará con voz engolada y dulzona el párroco una pequeña homilía vecina del ditirambo, en la que dirá que falleció poco menos que un sabio: un emperador de la tiza, un rey del relato, un príncipe del verso, un infante del ensayo, un señor del cuento, un articulista hidalgo; que, aunque pisara la iglesia solo de Pascuas a Ramos, el Altísimo, por ser bueno —Él y no yo, aclaro— me expedirá con su Gracia una especie de visado para ir al cielo derecho con servidumbre de paso eludiendo el infierno temido, el purgatorio vitando. Me acomodarán en un nicho bajo de una calle pina del campo santo, con vistas al valle de Andarax, a los pies del Cerro Milano donde la rasca sombría criogeniza el eterno descanso. Habrá quien entre dientes comente que es un lamentable atraso que habiendo crematorios se opte aún por el sarcófago; y quien malicie si los deudos y allegados se mostrarán tan unidos cuando proceda el reparto en la declaración de herederos abintestato. En esto, callará como un muerto el cotarro en el mismo instante en que el operario inicie la danza de la masilla y la espátula con sus manos y tabique el nicho que aprisiona en dos fechas del pasado la inagotable historia de un hombre cansado de todo menos de vivir. Sin embargo, se impondrá la silente seriedad del mármol.
Y yo me iré. Y el día de todos los santos me homenajearán con crisantemos blancos sin que estornude la alérgica nariz de mi retrato. Con todo, pasarán los meses, los años, y ralearán las lágrimas y con ellas, las visitas y los ramos. Poco a poco soltará lastre del pasado el corazón de los que verdaderamente me amaron. Late más y mejor el corazón olvidadizo y descuidado.
Y yo me iré, y del nicho me trasladarán al osario, penúltima esclusa del polvo originario. Y la vida que me abandonó fluirá en mis vástagos, quienes dejarán el pueblo para agonizar en establos urbanos. Y allí con mentalidad de un párvulos, falsearán la muerte .
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