La geoda de Pulpí

Esta visita es recomendable, e incluso obligatoria, para todos los amantes de la naturaleza y como decía al principio para todos los almeriense

Una geoda es una cavidad formada en el interior de una roca o bajo el subsuelo que pisamos, cuyas paredes están tapizadas en su cara interna con minerales cristalizados proyectados hacia dentro; las hay de amatistas, ágatas, cuarzo, yeso etc. En el antiguo Sahara Español, a medio camino entre Smara y El Aaiún, en el lecho seco y calcinado de la Saguia el Hamra había infinidad de geodas de diversos tamaños, que oscilaban entre el de una nuez y el de una gran sandía. Seguro que llevaban allí miles o millones de años. El problema para traerlos a la península era su tamaño y peso, así que yo opté por traerme tres, siendo la mayor del tamaño de una naranja. Lo que sí me traje en cantidad, fueron rosas del desierto. Se trata de formaciones de yeso en forma de rosa, que se encontraban en abundancia en los fondos arenosos de las sebjas (Lagos o lagunas disecados)

La gran geoda de Pulpí es del grupo de las que se han formado bajo nuestro suelo a lo largo de millones de años. Su descubrimiento fue de forma casual, lo que hace suponer que puede haber muchísimas más en todo el mundo, esperando que alguien las descubra, para que podamos disfrutar de su belleza. Seguro que en esta zona o en la de Sorbas, donde están los yacimientos de yeso más importantes del mundo hay más geodas, aunque sean de un tamaño menor. La semana pasada he ido a visitarla y es una auténtica maravilla y os invito a que, por lo menos todos los almerienses y nuestros vecinos los murcianos, la visitéis; tenemos la obligación ineludible de conocerla y disfrutarla. Como decía, la gran geoda fue descubierta de forma casual en 1999 por un joven inquieto y aventurero, miembro del Grupo Mineralogística de Madrid cuando exploraban las antiguas minas de hierro y plomo que hay en la falda de la Sierra del Aguilón, concretamente en la barriada de Pilar de Jaravía, en el término municipal de Pulpí. La zona de aparcamiento, aseos y demás servicios se encuentra ubicada en un gran balcón orientado al este, desde donde se pueden contemplar las magníficas playas de San Juan de Terreros, que se encuentra a tiro de piedra.

Se dice que la gran geoda de Pulpí, es la segunda más grande del mundo después de la de Méjico, y es cierto, pero no es menos cierto que la de Pulpí es la más grande que se puede visitar. La mejicana tiene una gran profundidad y un grado de humedad tan elevado, que el aire se hace irrespirable en su interior, siendo necesario un equipo especial para visitar aquella geoda. Antes de llegar a la geoda se va por una larga galería de las antiguas minas, en realidad es una autentica maraña de galerías entibadas con maderos de pino las más antiguas y con soportes de hierro los tramos más modernos. La guía nos cuenta, durante el recorrido, la historia a grandes rasgos de lo que supuso la minería durante casi dos siglos para los habitantes de la zona. Trabajo muy duro pero estaba bien pagado. Se notaba que la guía estaba disfrutando mientras nos explicaba la historia de la mina y nos iba mostrando las betas de los distintos minerales de las galerías, enfocándonos los restos brillantes de cuarzo, yeso y otros minerales, que al visitante pudieran pasarle desapercibidos. Los tramos de galerías que visitamos son cómodos para desplazarse por ella, con buena altura y anchura, lo que nos permite caminar erguidos sin ningún problema y están bien iluminadas. Hay otros niveles más bajos que no se ven, comunicándose las distintas galerías por pozos; vimos una geoda rota, donde hay minerales luminiscentes muy interesantes. Por fin llegamos a la zona de la joya de la corona: la gran geoda. Pero aún no podemos contemplarla como es nuestro deseo, pues está en el fondo de un gran hueco a unos 15 metros más bajo, lo que equivale a un edificio de cinco plantas. Se baja por una escalera de caracol metálica, que desciende junto a los raíles de un pequeño ascensor, que está reservado para personas que no puedan bajar andando. Yo con 81 años bajé y subí sin ninguna dificultad.

La geoda no es esférica, como yo pensaba, es ovoide y se contempla de uno en uno a través de un pequeño hueco, por donde se asoma uno y de repente el visitante se encuentra en otro mundo. Una serie de grandes cristales, de gigantes cristales diría yo, de yeso iluminan el interior, creando un efecto luminoso donde el blanco se mezcla con tonos verdosos, azulados y grises, creando un ambiente celestial difícil de describir. En el evangelio se habla de la transfiguración de Jesús y de la luz blanca y brillante que vieron los apóstoles en sus vestidos y rostro. Pues guardando las distancias, algo así es lo que se me vino a la mente en aquel momento. Disfruté enormemente, me relajé y me quedé extasiado durante unos minutos, contemplando esta maravilla que Dios nos ha regalado.

Esta visita es recomendable, e incluso obligatoria, para todos los amantes de la naturaleza y como decía al principio para todos los almerienses. Sin embargo quiero aclarar que personas con problemas de movilidad, corazón o pulmonar no deben visitar la geoda, porque hay algunos tramos importantes de escaleras, que les pueden crear problemas para superarlos. Es deseable que en un futuro próximo, mediante plataformas elevadoras, se subsanen algunas de estas barreras. La belleza de la criatura lo merece.

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