El honor de Arturo

Las cloacas de la cultura existen y parecen una ciénaga oscura; hay implícito en ellas un miedo inevitable

Como empiezan todas las historias moralistas la persona en cuestión era un buen hombre. Eso es lo que se suele decir cuando la historia es trágica y triste. Pero el contexto es diferente al de esas historias, en este caso el de la cultura. Arturo llevaba muchos años luchando por defender la existencia de una pequeña librería. Y para ello gestaba proyectos que le costaban no solo el esfuerzo y el tiempo sino un gasto económico. Ese desgaste también lo era por la decepción que le ocasionaban las personas que le rodeaban y que le causaban estupor. En el caso que nos ocupa se trataba de individuos que le acechaban para robarles sus mejores ideas y que una vez le habían sacado provecho generaban discordia, que bien pudiera confundirse con la difamación, porque generaban un rumor que perjudicaba a la librería. Entonces llegaba el dolor porque aquellos depredadores jugaban al parecer y no al ser, al crear falsas informaciones para dañar el honor de Arturo. Y mientras tanto el protagonista se convertía poco a poco en el sufridor de esta historia. Además las instituciones desde luego no ayudaban a aquella pequeña librería cuyo único fin era el engrandecimiento de la cultura. Al contrario la ninguneaban al no formar parte de red de servidores del poder. En este punto, las novelas cursis ofrecen un final feliz. Eso también ocurre en las películas norteamericanas donde todo se arregla antes de los títulos de crédito. Pero este texto no va a ofrecer ningún final entre otras cosas porque nos han engañado al decirnos que era obligatorio. En este caso lo que ofrece es una reflexión, ni siquiera una conclusión. La cultura está rodeada de cloacas donde los depredadores tienen mejor reputación que los sufridores a los que nadie otorga apenas el beneficio de la duda de los rumores que les generan. La dignidad del esfuerzo y el sacrificio se pierde como valor moral ante la hipocresía del buenismo malintencionado. En un mundo donde la cultura ha sustituido a la religión, en aquello de la trascendencia, se delata el problema de los valores morales porque dibuja un contexto necesitado de regulación moral. Por eso Arturo sufre y se lamenta de que su honor no está a salvo. La librería a todo esto, que cumple una labor social, se ningunea entre el resplandor de otros escaparates. Eso es todo, un texto que se lee en un momento de ocio y que no hará vibrar a nadie.

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