El tema de la inteligencia artificial (IA) tiene mucho más calado que una simple profesión (la docencia) o un único ámbito (la educación). Tenemos que plantearnos su supuesta objetividad o la imparcialidad del conocimiento que ofrece. Todos sabemos que el solo hecho de elegir unos contenidos y no otros ya conlleva una selección, una priorización que puede ser bien fundamentada, o no. Si con herramientas tan «primitivas» como la televisión, la radio o las redes sociales conocemos ya enrevesadas campañas y manipulaciones. ¿Qué nos traerá la inteligencia artificial? O dicho de un modo más sencillo: ¿quién controla al mensajero? ¿quién está detrás de la máquina? ¿tenemos que confiar en la buena fe de quien la ha programado? Si en casi todos los casos son potentes empresas tecnológicas las que están detrás, ¿contemplará la IA incluso la crítica a la misma empresa que lo ha programado? Es un escenario inimaginable. El adoctrinamiento del que tanto se habla y se cuestiona en educación se convertirá en lo habitual. Tanto, que será dificilísimo detectarlo. Pero hay más. Hay grupos de poder, intereses, presiones, dinero (mucho dinero) de por medio. Si con las redes sociales ya se ha demostrado que venden información y se han descubierto algunas de las formas en que empresas han manipulado (véase el escándalo de Cambridge Analytica) en favor de «clientes» (partidos políticos). ¿Qué pasará si alguno de estos grupos de poder interviene en una IA? ¿qué pasará si pagan una alta suma de dinero o aseguran algún tipo de privilegios a la empresa que programa la IA? ¿quién controlará estos procesos?

Además, si la máquina se ha demostrado más eficiente que los humanos en el procesamiento de datos, ¿será capaz de plantear alternativas? Es decir, ¿será capaz de transformar la realidad, de imaginar situaciones que nunca hayan existido o hayan tenido poca presencia en la historia, o se limitará a la reproducción social? ¿dónde queda la posibilidad de que la humanidad avance y camine hacia lugares no trazados previamente?

Es mucho lo que nos jugamos. No es solo la escuela o la educación. Es la propia democracia, el conocimiento humano, la sociedad que tenemos y la que queremos construir. Tal vez haya llegado el momento de llegar a amplios acuerdos, límites y regulaciones, antes de que la máquina y quienes están detrás de la máquina (sean quienes sean) adquieran un poder incontrolable.

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