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Mariló Montero
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Supongamos que se quiere garantizar el uso del cinturón de seguridad. Para ello, la guardia civil anuncia: «campaña de uso del cinturón». Hasta ahí, bien. Ahora, supongamos que la guardia civil nos avisa: mañana por la tarde va a haber una pareja de guardias en el km. 7 de tal carretera. Obviamente, la gran mayoría llevará el cinturón perfectamente ajustado. Pero hay más. Supongamos que pedimos ayuda al guardia porque tenemos un problema mecánico, pero el guardia nos dice la normativa y nada más, ni orientaciones sobre dónde llamar, ni sobre el seguro, grúas o talleres… Supongamos que hemos sido testigos de un delito, de alguien que no cumple las normas y el guardia nos dice que presentemos papeles, pruebas, levantemos actas, entreguemos mil programaciones… que para eso hay unos plazos y unas formas y que cuidado con no ser malas personas, que no se puede ir contra nadie… Supongamos que necesitamos ayuda porque alguien nos ha faltado el respeto, pero lo primero que se hace es cuestionar todo lo que hemos o no hemos hecho.
Esto es exactamente lo que sucede con la inspección educativa. Cuando digo «inspección», me estoy refiriendo al cuerpo, en general, a la institución, no (por supuesto) a las personas. Hay magníficas personas dentro de la inspección, como las hay dentro de la docencia, la fontanería o los peluqueros caninos. También hay algunos casos de malas personas (por fortuna, en mucha menor cantidad). La crítica aquí es hacia el modo de funcionamiento, la concepción existente, su manera de funcionar, la manera en que al final dependen de toda una serie de cargos políticos «de confianza» (desde la viceconsejería correspondiente hasta las jefaturas provinciales de inspección). En demasiadas ocasiones se les pide ayuda y la respuesta es inexistente o hacen recaer toda la responsabilidad sobre el profesorado o las direcciones de los centros. Lo que sí se hace muy bien es pedir papeles, muchos papeles, y avisando previamente de lo que van a pedir y el día que lo van a pedir. Por eso todo es y seguirá siendo maravilloso por los siglos de los siglos. Ya sabemos que el papel lo aguanta todo. Para este viaje no hacen falta alforjas. Hay países que son auténticos referentes en educación, que directamente no tienen inspección. Cuando hay una auténtica autonomía, libertad, responsabilidad y evaluación democrática (compartida), la inspección está de más. Ahí lo dejo.
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