
Antonio Lao
El PSOE que se encuentra José María Martín
Reflejos
En el panorama literario, del siglo XIX español, destaca la figura de Mariano José de Larra, periodista, crítico literario, dramaturgo y escritor, considerado como uno de los mejores representantes del romanticismo español. En estas fechas se recuerda su fallecimiento, más concretamente el 13 de febrero de 1837, por lo que este artículo se publica en vísperas de su aniversario.
Mariano José de Larra fue una persona apasionada, soñadora, entusiasmado con las ideas liberales, las cuales consideraba como panacea para remediar los males de la sociedad española. Las costumbres presentes en ésta constituían el centro de su crítica, siempre ácida, directa, señalando los vicios sociales, la desgana presente en ella, el casticismo y tradiciones. El enchufe, la rutina estéril y pereza cultural, eran denunciados en sus escritos, siendo la censura su compañera constante. Este escritor buscaba la opción más favorable para poder ser oído, el medio en el cual poder ayudar a trasformar el panorama político nacional, mas en algunos de sus escritos, al final, reconocía que la vanidad del literato era uno de los intereses que sustentaba la creación de sus críticas. En él se suscitaba una lucha entre la denuncia de una realidad agobiante y la necesidad de ser escuchado, tenido en cuenta, lo que se traducía en escritos lacerantes, y cuando no por motivos de la censura, en sinuosos relatos burlones, en los que destacaba lo rancio de las costumbres, la oscuridad del pasado, que se querían perpetuar en los gobiernos que se sucedían, según su opinión, y la inferioridad ante las civilizadas culturas europeas.
Mariano José de Larra diseccionó de forma precisa el pensamiento imperante en España, sus debilidades y vicios, proponiendo como solución la aplicación de sus ideales, de forma exaltada, apasionada, tanto que llegaba a despreciar la cultura propia. Aunque en sus artículos estuviera acertado en la descripción del paisaje social dominante, como tantos otros, en su radicalidad olvidó sus orígenes culturales, repudiando el pasado reciente. No se escuchan en sus palabras lamentos por la pérdida de las tierras americanas, o el olvido del orgullo patrio, acomplejado ante las nuevas potencias internacionales. Criticaba la moderación de algunos liberales como vía de entendimiento con el otro bando político isabelino. Esta es la gran tragedia nacional, el enfrentamiento e imposición de las ideas propias sobre el contrario, unos seducidos por ideologías mesiánicas, otros, asentados en la desidia y orgullo estéril.
También te puede interesar