8 de marzo, la lucha continúa

No digo nada nuevo y sin embargo lo digo todo: estoy orgulloso de mis compañeras de combate

Aorillas del abismo, el silencio se apodera del cuerpo. Es el dolor que se agita entre la esquelética oquedad de las sienes y cómplice ya solo queda morir entre unos labios. Se acelera el corazón detrás de la puerta, mientras que oye sus pasos. No temas, se dice, todo será un mal sueño, mientras golpea con los puños las puertas de una casa que no le pertenece.

Yo, el ocho de marzo, sí paro. Me detengo ante la barbarie. Me detengo ante las injusticias. No doy un paso más a favor de la omisión o de lo indefensible de nuestras hermanas y compañeras. Sí, es así. Y si debo parar será para movilizarme. Para no de defender aquello que nos pertenece: la justicia y la dignidad.

Todos los días son ocho de marzo. Debe recordarlo. Debemos hacerlo saber. Todos los días es un buen momento para reivindicar un cambio de sistema, un poco más de humanidad, si cabe, que poder echarnos a la boca. Porque vivas, os queremos, porque vivas os queréis, porque la vida nos pertenece y ni nada ni nadie nos la puede arrebatar.

Hace ya un año que las ciudades, los pueblos, las calles de todo el mundo se llenaron al unísono del mismo grito. Se hizo visible, todas y todos juntos, el trabajo, las demandas y los cuerpos de nuestras compañeras. Parando todos los lugares. Estableciendo que este mundo también les pertenece, como la espiga al pan, como todos aquellas cosas que en silencio mueven el mundo.

El movimiento feminista -que no ideología- es intergeneracional. Diverso, multiétnico, multicultural, transversal, libre, que día a día crece

No digo nada nuevo y sin embargo lo digo todo: estoy orgulloso de mis compañeras de combate. Siempre lo estuve y este ocho de marzo es solo la antesala, el preludio, el comienzo de algo que ya llevábamos íntimo en nuestros pechos y que ahora, como brizados pabellones, como llama al viento -como decía el poeta- se desata para inundar todo aquello que copan.

Argumentario feminista debe ser parte de nuestro ideario como ser humano. El alimento primero que echarnos a la boca cuando nos levantamos y núbil nos recibe el mundo. La piedra angular sobre la que tejer nuestros sueños y secretos más íntimos. Pues en él se fundamentan los pilares básicos de los Derechos Humanos: igualdad, libertad y fraternidad. Nada más y nada menos. Y no es, ni será el momento de dar un paso atrás, ni uno más, ni una menos.

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