OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
Hay quien al oír la palabra respeto la relaciona con sumisión, a la sujeción a un orden impuesto, no vinculándolo como valor de relación entre congéneres, con la existencia propia y el medio físico que lo acoge.
Nace este concepto, reacio a la aceptación del respecto como valor, de la soberbia del individuo, de la ambición desenfrenada, del pensamiento darwinista, nietzscheano, utilitarista, considerando sólo la persona desde la dimensión material y existencialista. Busca, este tipo de individuos, el poder, la dominación del otro, la superioridad sobre compañeros de empresa, en su entorno social o político. No reflexionan en los medios utilizados para conseguir sus fines, ni piensan si pueden haber hecho daño a otras personas, o si ha sido justo su premio, pues una característica muy frecuente, en este tipo de personas, es la consecución de su meta por el camino más fácil, sin reparar en el contrincante, salvando todas las reglas de juego preexistentes, siendo aquellas que le benefician, o que incorporan en el camino hacia la consecución de su deseo, lo único válido. Prima sobre todo su ambición, basada en sus contactos, triquiñuelas, o superioridad económica o habilidad intelectual. Piensan que los más dotados son los que tienen siempre que triunfar, siendo muchas veces el reflejo que se tiene sobre sí mismo equivocado, totalmente opuesto a la realidad, ya que la superioridad que muestran es física o relacionada con pillerías y malas artes. En general son seres mediocres, que al mirarse en el espejo no se reconocen tal cual, sino que se ven como la figura de su otro yo ficticio, el cual reprime sus debilidades. Su reflejo es como un fantasma que lo posee. Luchan por ser reconocidos, considerando el poder como premio de los fuertes, son seres surgidos de la mediocridad psicológica, que a su vez la favorecen y nivelan, pues no quieren contrincantes que les hagan sombra.
La bondad y justicia es considerada por estos individuos como algo ñoño, refugio para débiles.
Sus “valores” son los que parece ser quieren imponerse, en el futuro social que se aproxima. La utilidad, y valía, como aportación económica, la disolución de la singularidad en la masa social, definida la persona como número clasificado, destinado a cumplir una finalidad en el futuro prometido, son su expresión.
Esta mediocridad es la norma que intentan imponer este tipo de sujetos, sin ningún tipo de afectos.
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